Afortunadamente, las elecciones en Andalucía y en Asturias han venido a corregir la situación. Por muy absoluta que sea su mayoría, Mariano Rajoy ganó las elecciones con prácticamente los mismos votos que en 2008 le convirtieron en un perdedor reincidente. Eso no le ha impedido que en menos de 100 días haya pergeñado una marabunta de atropellos democráticos. El más grave, el de una reforma laboral esclavista que se ha pasado de frenada varios países, y en vez de acercarnos a Europa nos va a dejar en China.

Los asturianos y los andaluces han entendido que esto no podía volver a suceder y se han movilizado. Estar en contra del bipartidismo no se soluciona quedándose en casa, dejando que el Gobierno cambie de Guatemala a Guatapeor.  Una buena alternativa es la de intentar demostrar que existe una salida a la crisis por la izquierda, alejada de los mantras del PP de los recortes “necesarios” que siempre se ceban con los más débiles.

Es lo que ha pasado en Andalucía, donde Javier Arenas ha salido escaldado por cuarta vez. Por mucha victoria histórica que se quiera apuntar, es mucho más reseñable y útil la subida de Izquierda Unida, que ha doblado su representación posibilitando un gobierno de progreso, mientras que PP y PSOE han tenido menos votos que en 2008.

La caverna mediática se ha lanzado al monte denunciando el programa electoral “rojo” de IU en Andalucía, pero al menos tienen un texto que poder criticar, no como el que presentó Mariano Rajoy en noviembre. Por mucho que les duela, ahora toca experimentar con otras soluciones, como fomentar el empleo público; mejorar servicios sociales como los de Dependencia, las guarderías infantiles o la Sanidad; ampliar la oferta de vivienda pública o equilibrar la ley electoral andaluza. Que pregunten a los ciudadanos de Rivas-Vaciamadrid o Marinaleda, donde gobiernan estos “comunistas”, qué tal viven.

Pero donde se concentra ahora toda la atención es, sin duda, en Asturias. Allí el PSOE ha ganado con clara diferencia las elecciones, ¡quién lo iba a decir hace cuatro meses! Pero las fuerzas progresistas han empatado en escaños con los dos partidos de la derecha, y la clave para desliar este entuerto la tiene el único diputado de UPyD.

Ha llegado, finalmente, el momento de saber de qué pasta está hecha Rosa Díez. Después de años buscando la fotografía fácil, tendrá que retratarse de verdad en Asturias, donde los socialistas son la lista más votada. Un argumento este de apoyar a quien ganara las elecciones que le vino muy bien en las locales para justificar sus ganas indisimuladas de pactar con el PP.

Zapatero ya no está en La Moncloa. Y el rencor que Rosa Díez le guardara desde aquel Congreso del PSOE, de donde ella salió por la puerta de atrás, ya no sirve de nada. Ha llegado la hora de que UPyD demuestre si está de verdad por el “progreso”, o sólo utiliza la palabra porque quedaba bien en sus siglas. Porque sería muy feo que acabasen dando la razón Ricardo Sáenz de Ynestrillas, cuando dijo aquello de que él votaría por UPyD “porque es lo más parecido al falangismo”.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural