La irrupción de VOX en el panorama político andaluz y, por lo tanto, en el español, sirve para recordarnos que en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, somos europeos. Salvo algunas peculiares excepciones, como Portugal, el resto de los países del continente hace tiempo que pusieron un VOX en sus vidas. Hasta ahora, como tantas veces se ha escrito ya, el Partido Popular hacía innecesaria la existencia de un partido de ultraderecha en España, ya que los votantes de esa ideología se sentían suficientemente representados. 

Al contrario de lo que ha ocurrido en otros países como Alemania, el surgimiento de un partido neofascista lejos de provocar preocupación o rechazo entre los partidos de derechas patrios, ha suscitado en ellos un inusitado interés por blanquear al recién llegado. Pero quizá sea porque, en realidad, no es un partido nuevo con una ideología extraña, sino un viejo conocido con el que comparten la base de su ideario. No obstante, VOX y Ciudadanos no dejan de ser, ahora que tan de moda están las series, un spin off del PP.

Cierto es que las actuaciones de Pablo Casado y de Albert Rivera ante el partido de Santiago Abascal (ya saben, ese patriota que quiere que el servicio militar sea de nuevo obligatorio y que critica a quienes viven del erario, aunque él se libró de la mili y siempre ha vivido del dinero público) tienen algunas diferencias. Mientras Pablo abraza las ideas neofascistas de Abascal sin demasiados remilgos, Albert es más de poner morritos y de decir que es un mal menor con el que hay que convivir.

De momento, el pistolero Abascal está echándose unas risas a costa de sus compañeros de proyecto político, poniéndolos a prueba con desafíos como el de pasarse por el forro de su aparato genital masculino la ley de la Violencia de Género y la de Igualdad. Pero no se dejen engañar, esas leyes son las que menos les importan a los tres jinetes de la diestra hispana. Las utilizan como maniobra de distracción. Mientras nos ponemos las manos en la cabeza ante semejante barbarie moral, nos van a colar, sin que apenas notemos el roce de su caricia, las que de verdad interesan a quienes los han patrocinado para llegar al poder. 

Una semana anularán la subasta de medicamentos que ahorra dinero al servicio público sanitario pero que tanto molesta a las grandes multinacionales farmacéuticas; otra aumentarán las dotaciones económicas a los colegios concertados y privados a costa de los públicos; la siguiente aprobarán reformas que aumenten los beneficios de las grandes empresas energéticas en detrimento de los consumidores. Y así, poquito a poquito, mientras con una mano nos enseñan el truco, con la otra van cumpliendo el trato que juraron a sus amos.