Sí,  aunque parezca mentira, eso lo ha dicho  Mariano Rajoy, el mismísimo que, sistemáticamente, le ha negado el pan y la sal a un Gobierno que  necesitaba de su colaboración para tratar de sacar al país de esta cada vez más profunda crisis. Esta  crisis que Rajoy ha blandido una y otra vez como  espada flamígera con que cortar la cabeza de Zapatero. Y lo ha logrado.

Pero  ahora, a tres días de las elecciones,  el líder del PP comienza a modificar su discurso y su estrategia,  atenazado  por esa realidad económica que llena de negros nubarrones su inmediato futuro.  Y ha empezado a curarse en salud, a olvidar promesas y  abrir las puertas a esos  enormes sacrificios y a esas  decisiones impopulares que  (muy a su pesar)  las circunstancias le obligarán a tomar.

Los voceros de Rajoy –repartiéndose el papel de anticipadores - ya han empezado a dibujarnos  ese negro futuro.  María Dolores de Cospedal  nos habla  de los  procelosos tiempos que se avecinan, con manifestaciones y con huelgas.  Esperanza Aguirre, por su lado, plantea  la  necesidad   de introducir modificaciones en el pago de los medicamentos para que su precio no dependa de la edad del enfermo sino de su posición económica. Algo  que a Mariano Rajoy –como dijo ayer en respuesta a Francino en la Cadena SER-  no le parece descabellado y que habrá que estudiar; o sea que se lo está pensando.  ¿En qué quedamos?  En la entrevista de El País, también de ayer,   Rajoy dice: “Mi prioridad son las pensiones. A partir de ahí, habrá que recortar en todo” y a continuación les da una puñalada trapera a los  pensionistas en la parte que más puede dolerles: los medicamentos.  Todo esto empieza a oler fuertemente a copago. Pues bien, si es así, que se diga.

Pero es que, a pesar de esas apelaciones  a “un proyecto político de recuperación nacional”, a pesar de su demanda de “tirar todos del carro porque el Gobierno solo no puede”,  a pesar del vértigo, Mariano Rajoy sigue siendo el gran maestro de la ambigüedad y el escapismo.  Está variando la estrategia pero mantiene la táctica de no decir nada, no concretar nada. El mejor y más cercano ejemplo: las entrevistas de ayer de  El País  y  de Francino en la SER.   Auténticos  monumentos  al vacío.

Victoria Lafora es periodista y analista político