En estos días en los que todavía vivimos con la resaca del “bombazo” de la famosa con su bebé engendrado por un vientre de alquiler, hay muchas más cuestiones que se plantean. Más allá, por supuesto, de la nulidad del contrato por el que ese bebé fue engendrado y de la supuesta maternidad/abuelidad de la famosa, de lo que ya se ha opinado largo y tendido por tierra, mar y aire, incluidas estas líneas desde las que me asomo.

Pero el tema en cuestión tiene más matices, otras aristas que tal vez quedan ocultas por el impacto mediático de la noticia. Me refiero, cómo no, a las exclusivas y, por supuesto, a su contenido. ¿Es lícito venderlo todo? ¿Es admisible el comercio sobre la intimidad no solo propia sino de las personas que nos rodean?

El caso de la presunta madre-abuela es solo un ejemplo. Y el de la revista del colorín que le da soporte otro, aunque sea la madre del cordero. No hay más que encender la televisión para ver anuncios de docu-series y entrevistas varias en que el famosuelo o famosuela de turno se dedica a destripar hechos de un pasado más o menos lejano con el teórico fin de esclarecer la verdad y el más realista fin de pasar por caja. Un negocio que, como la materia, no se crea ni se destruye, solo se transforma.

Hacía tiempo que el tema no volvía a salir a la palestra, aunque tuvo otro momento álgido cuando la hija de una famosa folklórica se decidía a romper un supuesto silencio sobre su vida sentimental y otros avatares de su vida, montando una cascada de declaraciones y respuestas, de reacciones y contra reacciones que aun colean en algún que otro programa

La cuestión es que todas estas” confesiones” no solo afectan a la persona que vende sus palabras y sus imágenes, sino también a toda su familia, a todo su entorno, incluidos menores, y no solo en el presente sino también en el futuro. El día de mañana la criatura a la que aludía al principio vivirá su vida en un escaparate, expuesta a la vista de todo el mundo que conocerá sus insólitos orígenes

¿Es lícito venderlo todo? ¿Dónde están los límites de la libertad a la hora de ponerse delante de una cámara a desgranar intimidades? En su día, estudié que podían ser objeto de negocio todas las cosas que no estuvieran fuera del comercio de los hombres. Pero ¿está la intimidad realmente dentro del comercio? ¿O es que todo tiene precio siempre que haya alguien dispuesto a pagarlo? Me temo que seguiremos preguntándonoslo.

Susana Gisbert
Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)