Hemos pasado de la enorme estolidez de afirmar, por parte del yerno del Rey y del entorno familiar del monarca,  que se trataba de un asunto “privado” a refugiarse en el tópico de que  el problema no es el mensaje, sino los mensajeros. O sea, los periodistas que, en este episodio por cierto, avanzan -sin grandes diferencias ideológicas entre unos y otros- tirando de la manta y, como es su deber, informando a la opinión pública y al conjunto de la sociedad española.

Sin cintura ni reflejos
El actual jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, ha demostrado en las últimas semanas que le falta o cintura o reflejos. El mayor daño que se le podía hacer a la Monarquía –sobre todo en tiempo de crisis económica o de vacas cada vez más flacas- era no reaccionar  pidiendo disculpas a la ciudadanía de este país. Algo similar –aunque no fuera obviamente lo mismo- hizo el Rey  el 23-F y se ganó las simpatías incondicionales de varias generaciones de españoles demócratas. De este modo se fortificaron el Rey y la democracia recién recuperada: con valor, y consciente Juan Carlos I  de que, como habría podido ocurrir si hubiera bajado la guardia, se estaba jugando la Corona.

“Ni está ni se le espera”
La labor del general Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa Real en aquel tiempo, fue decisiva ese día nefasto de la sublevación militar. Hace demasiado tiempo que alguien con verdadero poder en la Casa Real tendría que haber dicho ahora, preguntado sobre Urdangarin: “Ni está ni se le espera”.

No basta con la página web
¿Pues bien, por qué el Rey no ha salido todavía a dar la cara en las televisiones y en los otros medios de comunicación, anunciando que todas las medidas regeneracionistas y judiciales iban a ser puestas en marcha, cayera quien cayera, por muy duque y muy yernísimo que fuera el tal Urgandarin? No basta con la página web en la que se harán públicas las cuentas de la Monarquía.

Silencio de más de treinta años
Es mejor, sin duda, esto que el silencio de más de treinta años sobre el dinero de los contribuyentes destinado a la Casa Real. Pero se tiene que terminar de una vez por todas con la imposibilidad de que el presupuesto de la Jefatura del Estado sea conocido, debatido y aprobado o no en el Congreso de los Diputados, que representa a la soberanía del pueblo español. Sólo la transparencia absoluta y fiscalizada en el Parlamento evitará el fin de la Monarquía.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM