Este pasado fin de semana Vox llamó a sus simpatizantes para darse un baño de masas. No llegaron a dos mil personas las que finalmente se congregaron para aplaudir las soflamas que los lideres de la formación verde les regalaron.

Ninguna propuesta más allá de mensajes carentes de sentido: que si Puigdemont a prisión, que si Torra a prisión, que si reconquista, y así con todo. Odio, ignorancia y desinformación. Ya está aquí la revolución de los que prefieren insultar a reflexionar; el ejército de los que prefieren solucionarlo todo a base de prohibir y reprimir en lugar de hacer política; los que utilizan los juzgados como si fueran el lugar donde solucionar lo que solo a través de política y diálogo debería encontrar salida. Y les ha ayudado mucho la tendencia que se viene dando: la del caldo de cultivo que se ha generado al eliminar de las escuelas la Filosofía, al llenar las televisiones de auténtica basura sin más nivel que el de cuatro indocumentados cobrando millones por contar sus (lamentables) miseries; la de quienes dejaron de formarse para ganar dinero fácil en una burbuja que explotó y los dejó colgados sin oficio, ni beneficio ni libro que leer. Esos son los que aplauden cada burrada que sueltan estos de Vox. Los que sienten que odiando a alguien sus vidas recobran sentido, porque para qué se van a esforzar en construir (que requiere pensar, informarse, comprender) si pueden destrozar, que siempre es más sencillo.

Bien: teniendo en cuenta que Vox ha sido esta formación alimentada por el entorno de Aznar, sin más finalidad que mangonear a la derecha en todas sus vertientes; que no se sabe bien de dónde han sido financiados; que critican los chiringuitos de los demás pero que según parece algunos como Abascal precisamente no han vivido de otra cosa que no sean precisamente eso, chiringuitos; esa formación cuyo ideario se reboza en los típicos argumentos del bruto acomodado en la barra de bar, que se cree culto porque ha debido leer un par de libretos que le regalaban en La Razón (y que cogió del bar)..., lo que no se entiende es que haya quien prefiera perder el tiempo en acudir a sus actos para plantarles cara.

Bajo lemas como “al fascismo no se le debate, se le combate”, alguno se siente revolucionario y cree que así se ha de funcionar en una sociedad democrática. Y yo pienso que es un tremendo error.

¿Por qué? Porque precisamente lo que Vox desea es salir en los medios con cualquier excusa. La que sea. Siempre habrá alguno que le aplauda. Y si además pueden obtener titulares a costa de los cuatro exhalados que van a increparles, mejor: así consiguen un apoyo por parte de los que se solidaricen con ellos.

No sé quienes son los detenidos por los ataques. La prensa corre rauda y veloz a identificarles como “independentistas”. Carezco de información para asegurarlo. Lo que sí puedo afirmar es que este tipo de actitudes no sirven de nada, salvo para poner el foco en los que precisamente en mi opinión tienen más de la que merecen.

Este verano precisamente Inés Arrimadas estaba haciendo uso de lo bien que le venía ir a cualquier sitio y quejarse después del rechazo que causa. Y con eso ya se hacían los titulares de la prensa, cuando de no haber pasado nada, nadie hablaría de ella. Y precisamente en la localidad de Tortosa hicieron lo que yo creo que fue lo que habría que hacer siempre: pasar olímpicamente. Y fue un éxito. Nadie le dijo nada. Nada de nada. Y esa fue la noticia: que pasaron olímpicamente de Arrimadas. Se le acabó el chollo con la técnica Tortosa.

Desde entonces a este tipo de actitudes, a no caer en provocaciones, se le llama “hacer un Tortosa”.

Y yo recomiendo hacerlo cada vez que alguien venga a buscarnos las cosquillas. Cada vez que Vox monte una de las suyas: ¡Tortosa!

Es la manera más inteligente de no regalarles los titulares que buscan. Es la forma más adecuada de contestar en democracia. Y es la manera de que al final podamos saber quiénes son los de las capuchas y las caras tapadas.