Estamos ante un dictadorzuelo de tres al cuarto, que se cree el rey del mambo y no dice poco más que frases hechas, sandeces y algunas impertinencias inaguantables, viniendo de quien vienen. Hasta el momento ha conseguido, eso sí, claro, eludir a la Justicia. Pero antes o después le llegará probablemente el llanto y el crujir de dientes. ¿Quién puede creerse a estas alturas del curso que la intensa e innegable amistad entre el presidente de la Generalitat valenciana y Álvaro Pérez, el Bigotes, jefe de la banda de corruptos denominada Gürtel, fue simplemente romántica o anécdotica?

El tiranillo valenciano
Quien ha criado y hecho crecer al tiranillo valenciano ha sido Mariano Rajoy Brey. Es cierto que, en alguna que otra ocasión, Camps ha logrado sacar de quicio al presidente del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno central, en marzo de 2011. Sin embargo, es preciso recordar que Camps ayudó muchísimo, con sus múltiples avales, a Rajoy en junio del año 2008, cuando tuvo éste que aprobar el examen del Congreso de Valencia. Gemma Amor sostiene que Madrid/Génova 13 fue, como mínimo, “cómplice” de los dirigentes del PP valenciano que han laminado a los disidentes, hastiados éstos de los caprichos, vanidades y autoritarismo in crescendo de Camps.

Focos de rebelión
El jefe en la sombra de los adversarios internos del PP actual parece ser Eduardo Zaplana, quien podría con cierta facilidad impulsar sorpresas -para algunos observadores- inesperadas. Según ha dicho Amor, hay focos de rebelión dentro del PP, y aparte de Benidorm, en Calpe, Elche, Torrevieja y Gandía. Añadamos que la corriente zaplanista se orienta hacia posiciones más o menos liberales en términos genéricos y más políticos que económicos. En cambio, los campistas reflejan bastante bien, con exactitud evidente, al Partido Popular, escorado paulatinamente hacia la derecha extrema, que lidera Rajoy, aunque el sumo pontífice intente negarlo una y otra vez, siempre.

Juego sucio
Mientras tanto, los asistentes, auxiliares y tiralevitas de Rajoy acostumbran a practicar -sin pausa alguna y sin complejos ni escrúpulos- el juego sucio; sobre todo el vinculado a ETA. Consideran que cuanto más juego sucio haya, más fundamentalista, más desbocado, más mentiroso, más ultramontano, mejor que mejor para ellos. Confían que así vencerán en las urnas. Tomemos nota.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM