Cada día, cuando a las ocho de la tarde salimos a nuestra pequeña terraza para sumarnos a los aplausos dedicados a los profesionales de nuestra sanidad pública, saludamos a algunos de nuestros vecinos. Son personas que desde hace años viven muy cerca, evidentemente, pero de quienes lo desconocemos casi todo. Desde una mujer de mediana edad y que parece vivir sola hasta niños, adolescentes y jóvenes de ambos sexos, pasando por grupos familiares más o menos numerosos, con padres e incluso algunos abuelos acompañados de sus hijos y nietos. No sabíamos nada de ninguno de ello. En realidad seguimos sin saberlo. Probablemente no lo llegaremos a saber nunca, porque así suele suceder en el anonimato de las grandes ciudades. Pero cada día, a las ocho en punto de la tarde, volvemos a encontrarnos. Desde nuestras ventanas, desde nuestras terrazas más o menos  grandes, desde nuestros balcones, cada día nos reencontramos en este acto solidario, que tiene también un significado de breve y espontánea liberación del obligado confinamiento domiciliario que llevamos vivido desde hace ya seis largas semanas.

En el caso concreto de mi vecindario, en pleno centro del barrio pequeño burgués de Sant Gervasi de Barcelona, esta cita espontánea de cada día a las ocho en punto de la tarde se prolonga durante bastantes minutos, más allá de los cinco minutos de aplausos. Ello es así porque unos vecinos, jóvenes y muy animosos, decidieron instalar en el exterior de su domicilio unos potentes altavoces mediante los cuales cada tarde nos hacen llegar algunas canciones, que son coreadas con gran entusiasmo por muchos vecinos, sobre todo los más jóvenes. Cada día esta espontánea cita cívica llega a su fin con una canción, que no es otra que el animoso canto de “Bella ciao”, el conocido himno de los partisanos italianos de la resistencia antifascista.

El “Bella ciao”, que en realidad es una antigua canción popular italiana que los partisanos antifascistas convirtieron en su himno contra los ocupantes nazis y sus aliados de la tristemente célebre República de Saló, ha tenido una nueva e inesperada vida gracias a la exitosa serie televisiva “La casa de papel”. Resulta sorprendente cómo una canción de autor anónimo y de orígenes hasta ahora desconocidos -hay expertos que aseveran que nació como un canto de las trabajadoras de los arrozales padanos a mediados del siglo XIX, mientras que otros afirman que es más antigua-, sea compartida ahora por tantas y tantas personas en todo el mundo, siempre con un mismo significado: la resistencia frente al enemigo.

La misma globalización que nos ha traído a este todavía insuficientemente conocido enemigo invasor que es el coronavirus ha dado nueva y renovada vida al “Bella ciao”. Recuerdo muy vívidamente cuando la escuché por primera vez, en la espléndida versión de la napolitana Nuova Compagnia di Canto Popolare que mi añorada amiga  Maria Aurèlia Capmany me hizo escuchar en su domicilio barcelonés. Poco después la escuché en la voz del tan añorado Xesco Boix, uno de los miembros del catalán Grup de Folk; más tarde la versionó Adolfo Celdrán, y mucho más recientemente lo han hecho también en nuestro país tanto Marina Rossell como Manel, entre otros. Pero ha sido la serie “La casa de papel” la que ha convertido el viejo y entrañable himno antifascista en un gran fenómeno global.

Quizá confunda la realidad con mis deseos, pero me gustaría que este colectivo canto ciudadano de “Bella ciao”, así como nuestra espontánea cita vecinal de cada día a las ocho en punto de la tarde, fuese algo más que una coincidencia puntual en mi vecindario, como en tantos otros de todo nuestro país. Desearía creer que esta cruel y brutal primera gran pandemia global nos sirviera para recuperar el tan poco habitual sentido de lo colectivo. De la pertenencia activa y consciente a una colectividad, a una comunidad que, a pesar de los intereses individuales de cada uno de sus miembros, tiene en todo caso en común la supremacía del interés general, el interés colectivo. Si fuese así, habríamos hallado la mejor vacuna contra el Covid-19, el mejor y más eficaz antídoto contra cualquier nueva pandemia, tanto si ésta es específicamente sanitaria como si es también económica y social.