Asistimos con preocupación a las noticias que nos pregonan los distintos rebrotes de esta maldita pandemia que nos está golpeando en coste de vidas, economía, e incluso en usos y costumbres sociales y asentados desde hacía décadas. Esta llamada “nueva normalidad” se está convirtiendo en “nueva anormalidad” pues todo es raro, distinto, desconcertante. Nadie estaba preparado para esta enfermedad, que sigue ahí, agazapada e invisible, en su asedio a nuestras vidas, pero sí es cierto que, en cuanto a los rebrotes en nuestro país, es necesario una concienciación más profunda y medidas de implementación que tal vez se están relajando demasiado. 

Es necesario asumir que, esta plaga, ha venido para quedarse y, o actuamos con cabeza o la perderemos todos. En este asunto, hay que repartir responsabilidades alícuotas. La primera la de parte de la ciudadanía que ha interpretado que el desconfinamiento era una vuelta a hacer las cosas como antes. Los datos de nuevos casos y brotes en reuniones sociales, fiestas, actos sociales, subrayan que estos hábitos no pueden seguir siendo como eran, al menos hasta que haya una vacuna efectiva, y que suponen un peligro y un irresponsable acto de inconsciencia con resultados peligrosos.

Por otra parte, todo el ruido organizado por los presidentes de Comunidades autónomas, que criticaban las gestiones de emergencia del gobierno central empiezan a acallarse ante los problemas y falta de previsión de los que ya tienen la autonomía y gestión de sus competencias sanitarias. Especialmente escandalosa resulta el caso de Cataluña y su Generalitat, con el presidente Torra a la cabeza, que vociferaba sobre la presunta usurpación de la legitimidad catalana y aprovechaba, una vez más, para lanzar su mensaje independentista, acusando al estado español de no oír sus demandadas, desatender a los catalanes, y administrar mal poderes y recursos. Quim Torra, que no sabe ya si es un tuitero, un antisistema o presidente de la Generalidad catalana, llegó a afirmar : "Es el momento de analizar cómo se ha gestionado esta crisis. ¿Por qué España ha sido uno de los países más afectados? ¿Por qué los sanitarios españoles han sido los más contagiados? Hay que avanzar y hacerlo críticamente. Y autocríticamente. A la ciudadanía le debemos la verdad". El presidente llegó incluso a decir que “con una Cataluña independiente no se habrían producido tantos casos en su tierra”.

Pues bien, la realidad parece ser más tozuda que el señor Torra, que lo es y mucho, aunque la verdad lo desdiga constantemente. Resulta que, con las competencias recuperadas, Cataluña es, lamentablemente, la comunidad con más casos y más graves y, lo que es peor, la gestión de Torra demuestra la falta de previsión en profesionales, centros de referencias, sanitarios y recursos. Estamos esperando aún esa “autocrítica” de la que hablaba aunque sabemos que no llegará.

Hay una tercera pata de las responsabilidades que corresponde, hay que decirlo, a las todavía vigentes competencias del gobierno central. Hay quienes hemos tenido que usar los transportes como el tren y el avión para reincorporarnos a la vida laboral, después de tantos meses de confinamiento necesario, y nos hemos llevado una sorpresa con los protocolos. Comprendo que la economía tiene que empezar a animarse, y que la situación comercial es necesaria para no entrar en colapso pero, ¿a costa de vidas? Medidas como el distanciamiento social, repetido a machamartillo por el Ministerio de Sanidad no se están cumpliendo de facto en áreas que deben ser administradas desde el Ministerio de Transportes. Si se ha obligado por la medida de distanciamiento a que los teatros, cines, salas de conciertos, etcétera, establezcan asientos vacíos entre sus ocupantes, contemplando la posibilidad de parejas o pequeños grupos familiares, ¿por qué no se cumple esta medida en metros, autobuses, trenes y aviones?

No tiene sentido que, mantengamos las distancias en los andenes, o los controles en los aeropuertos,  como he vivido en estos días, para después meternos como a sardinas en latas unos con otros en el reducido espacio de las cabinas de aviones o trenes. Que lo hagan compañías aéreas privadas está mal, y debería obligárseles a no vender todo el pasaje y mantener asientos vacíos entre los usuarios. Está peor que desde RENFE, que sigue siendo pública, se vendan todos los pasajes y nos pongan a todos pegados y en riesgo. Si hay que implementar horarios y personal, en vez de reducirlos como se ha hecho, que se haga. No puede ser que los beneficios estén por encima de los riesgos de la salud, cuando, además, si hay que volver a confinarnos, va a ser peor el remedio que la enfermedad. No es admisible, y las carcajadas de los pasajeros en los trenes al llegar al destino y pedirnos que mantengamos la distancia de seguridad al desembarcar, cuando hemos estado pegados con desconocidos durante horas en el asiento de al lado o de enfrente, lo atestiguan. Los protocolos han de ser firmes y cumplirse, en todo ámbito y circunstancia, y no una pantomima. Si no, que nos digan  a las claras que prefieren que muera gente a que se pare la economía aunque, no hay economía sin personas…