Cuando el debate se ha perdido, la calumnia es la herramienta del perdedor, decía Sócrates nada menos que hace casi veintiséis siglos. Y sigue siendo así. Es una verdad incuestionable que las derechas, especialmente las antidemocráticas, son expertas en calumniar y en crear corrientes de opinión contrarias a sus contrincantes ideológicos; porque es su única manera, en tiempos de paz (la violencia lo es en tiempos de guerra), de conseguir salir victoriosos en cualquier debate ideológico. Porque la razón la tienen perdida de antemano. Por definición, sus argumentos no son democráticos ni afines al bien común, sino, al contrario, proclives a buscar únicamente el bien propio, personal, corporativo y de grupo; lo cual suele ser sinónimo de anclaje en el conservadurismo, y de rechazo general a cualquier cosa que huela a progreso y a derechos humanos.

Todos llevamos décadas percibiendo muchas de esas difamaciones, bulos y falsedades que se generan desde los ámbitos políticos y mediáticos de la derecha, y son difundidos para manipular la conciencia colectiva y desgastar a los gobiernos progresistas. Más de  millón y medio de cuentas en redes sociales, según palabras del subdirector general de Logística de la Policía Nacional, en rueda de prensa en abril de 2021, difunden bulos y noticias falsas para crear alarma y corrientes de opinión. Y en ese proceso de despreciable manipulación se va fanatizando poco a poco a esos ámbitos sociales incapaces de defenderse intelectualmente de tales aberraciones; y pueden llegar, como en el nazismo, a defender ideas monstruosas en aras de mentiras que creen que son verdad.

Bulos y odio contra los extranjeros

La lista de bulos y mentiras podría ser inacabable. Pero hoy me quiero centrar en una gran y terrible mentira, un imperdonable egoísmo y una inmensa ausencia de empatía y de humanidad. Ésa que atribuye a los, por sistema, los males del país, que genera odio y fanatismo contra los extranjeros, que argumenta que se apropian del trabajo de los españoles, que se les deja entrar sin problemas, que se llevan el dinero para obra social, que colapsan la sanidad, que se las ingenian para cobrar pensiones sin trabajar, que cobran el paro quitándoselo a otros, que vienen, en definitiva, a saquearnos y a robarnos el pan, por culpa, por supuesto, de Sánchez, o de Iglesias, o de Zapatero. Sin embargo, si nos preguntamos quiénes, en realidad, se llevan el dinero para obra social, quiénes han desmantelado la sanidad pública, quiénes se apropian de dinero público, quiénes consiguen sueldos vitalicios sin dar palo al agua no son, precisamente, los inmigrantes.

De tal manera que existe, basada en fakes, bulos y engaños, una corriente de desinformación, de odio y de rechazo extremo a inmigrantes y extranjeros; quienes han dejado su país, su familia, sus raíces, por buscar un trabajo y una vida un poco mejor. Exactamente lo mismo que hicieron hace pocas décadas miles de españoles que fueron acogidos en países de media Europa, y que enviaban dineros a sus familias, y quienes, a su vuelta, han cobrado pensiones de jubilación extranjeras que duplicaban a las pensiones españolas. ¿Es que acaso en España no se tiene memoria? Cuánta bajeza y cuánta ingratitud.

Tengo una amiga, Paloma, que es concejala de Asuntos Sociales en una ciudad castellana con la que tengo mucha relación. Paloma me suele invitar a cenas y reuniones informales con sus colegas del PSOE, y con amigos, con quienes comparto ratos muy bonitos y agradables de charla y de amistad. Me contaba hace poco que suele tener problemas con esos bulos que dan por hecho que los inmigrantes son los destinatarios de lo que se reparte, desde el ayuntamiento y desde Protección civil, para obra social, en perjuicio de los españoles.

Me explicó que se encargó muy bien de mirar los datos exactos con los que acallar los bulos y difamaciones. En el último año, exactamente pidieron ayuda sobre 80 familias en situación precaria; a todas les dieron ayuda, casi en su totalidad de alimentos no perecederos. Sesenta de ellas eran españolas, menos de veinte marroquíes, y muy pocas latinoamericanas y  rumanas Ella misma fue a visitar a algunas de estas familias para comprobar su situación. En una de las casas se encontró con un niño marroquí que lloraba, pues de carencias, de hambre, de miseria y de indefensión. Y la conmovió, como conmueve a cualquiera con un mínimo de conciencia.

Al poco tiempo tuvo un encuentro con un representante de una hermandad religiosa, esos que se creen tan falsamente que son poseedores de la moral; le llevaba algunos alimentos que habían recogido de donaciones  para repartir a familias sin recursos. Pero le pidió, como condición, que sólo fueran entregados a familias españolas. Paloma le contestó: “A eso no me puedo comprometer. Para mí todos son seres humanos ¿Usted cree que yo puedo mirarle a los ojos a ese niño que me lloraba desvalido, con carita de hambre y de pena, y decirle que para él no hay una botella de leche ni una bolsa de arroz porque no es español? Llévese esos alimentos y ustedes se los donan a quienes ustedes quieran”.

Gracias, Paloma. Toda una lección de empatía y de solidaridad para esos intolerantes de mentes cerradas, que hablan tanto de amor al prójimo, aunque desconocen lo que eso significa. Orgullosa de que una mujer como tú me represente, y nos represente a todos los españoles que tenemos corazón.

Coral Bravo es Doctora en Filología