Los dirigentes del PP han manifestado estar emocionados con la intervención este miércoles de Pablo Casado en el Congreso de los Diputados. Aseguran que sus despropósitos contra el presidente del Gobierno les pusieron “los pelos de punta”, en el sentido más grato de la expresión. En el paroxismo, no se sabe si de la admiración al líder o de la adulación más rastrera, llegaron a afirmar, según leo, que “desde Cánovas del Castillo, no ha habido nadie mejor”, despreciando de un plumazo a otros presidentes de la marca popular, como José María Aznar o Mariano Rajoy.

Claro que hay que entender que la formación ha sufrido en los últimos tiempos duros golpes en el área de comunicación: El propio Casado, centrando la Hispanidad como principal logro español; las extrañas acusaciones de Dolors Montserrat sobre el desconcierto que el PSOE imbuía en las prostitutas o cuando la exministra del PP, Isabel García Tejerina, comparó la baja la formación académica de los niños andaluces con la de los castellanoleoneses.

Toda una tanda de despropósitos que llegó al colmo de la zafiedad y del insulto rayano en la injuria, cuando el opositor Casado acusó en sesión parlamentaria al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de un posible delito: “Es usted partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España”.

Los medios afines, que más que afines parecen palmeros –mal que le pese a Beatriz Escudero, aquella del rifirrafe con Rufián-, aplauden con las orejas la intolerable intervención de Casado. El ABC habla de “repaso” y de desenmascaramiento, cuando el que se quita la careta es el propio periódico, mostrando su peor cara: la de la crispación, la del enfrentamiento y la de las falsas acusaciones. En su editorial, Isabel San Sebastián mezcla churras con merinas, Zapatero con ETA –que nunca falte- y golpismo con Sánchez.

No menos eufóricos se encuentran en La Razón, cuando afirman que se confirma que Pedro Sánchez mantiene “mejores relaciones con los separatistas y con los demás enemigos de la Constitución que con los partidos constitucionalistas”. Normal, si desde partidos constitucionalistas –que suelen cumplir muy poco la Constitución- solo llegan insultos.

Sánchez tildó a Casado de irresponsable y le dio la oportunidad de rectificar. “Todo es asumible, pero no me puede acusar de ser un supuesto golpista, le pido que lo retire porque lo que ha dicho llena de ignominia a su grupo parlamentario”, dijo el presidente socialista. Sin dar su brazo a torcer, el popular añadía acusaciones de presión a fiscales y jueces por parte del Gobierno, para favorecer a los independentistas que se encuentran en prisión. 

Pedro Sánchez le advirtió de que con tales opiniones, beneficiaba a Ciudadanos y a Vox, e inquirió por los valores que Casado comparte con la formación de extrema derecha.

La respuesta a esta pregunta se encuentra en las esperanzas impuestas a Casado por su jefe in pectore, José María Aznar, quien ha señalado públicamente a su indudable delfín como la gran esperanza para la “necesaria” refundación del centroderecha, y al que ha impuesto los deberes de que PP, Ciudadanos y Vox se reconecten. Tarea que para Aznar, quien por cierto tiene la mejor opinión del ultraderechista Santiago Abascal,  sólo está al alcance de los grandes líderes. 

Con acierto, la portavoz socialista Adriana Lastra realizó en esa sesión un mal augurio de futuro dedicado al líder del PP: “Va a ser usted el responsable de que dentro de dos años haya en estos escaños diputados de extrema derecha”.  Y es en este punto, cuando doy la razón a los dirigentes populares: Casado pone los pelos de punta, pero no precisamente por su carisma.