Es curioso comprobar cómo, precisamente cuando más nos hace falta una gestión socialdemócrata que frene los fraudes, las privatizaciones, los robos a los fondos públicos, los desprecios a los derechos ciudadanos y las corrupciones de la derecha y de su peligrosa política neofascista, es cuando la ciudadanía tiende a prestar su apoyo a esa misma derecha responsable de la crisis y de la situación económica crítica actual. Es como el enfermo que, en lugar de buscar a un médico, se busca a un enterrador. Es algo surrealista que, cuanto menos, merece ser someramente analizado.

Desde mi punto de vista existen varios factores que apuntalan esta situación; unos son externos al partido del Gobierno, y otros son internos y relativos a la propia gestión que ha llevado a cabo en la presente legislatura. Con respecto a los factores externos, es evidente y notorio el desgaste maquiavélico que, con las mismas técnicas de manipulación que empleó el ministro de propaganda nazi, la derecha lleva ejerciendo año tras año, difamando, mintiendo, minando, agotando la credibilidad del gobierno de cara a la opinión pública.

Centrándonos en los factores que llamo internos, es obvio también que el gobierno actual, encargado de gestionar el período más complejo de la democracia en España, ha cometido errores que inducen a muchos ciudadanos votantes de la socialdemocracia a cambiar su intención de voto. No hace falta enumerarlos todos, más o menos los tenemos in mente. Pero podemos sintetizar sus errores de gestión en la falta de contacto y de complicidad con la ciudadanía y en su alejamiento de la socialdemocracia. No han explicado a los ciudadanos la situación de crisis, no han dejado claro su origen (la gestión de la derecha neoliberal internacional y nacional), ni su desarrollo posterior, ni el sometimiento de su gestión a las instituciones europeas.

Si bien es cierto que gobernar, como decía Salvador Allende, no es lo mismo que ostentar el poder, y si bien podemos imaginar las presiones que el actualpresidente y su gobierno pueden haber recibido desde determinados sectores, también es verdad que el propio gobierno ha defraudado a sus votantes por el viraje que dio a su política hacia posturas de la derecha neoliberal. Suprimir el impuesto de patrimonio es una medida de derechas, financiar a la banca lo es también, permitir una justicia mediatizada ideológicamente es abrir la puerta a los despropósitos reaccionarios que hemos vivido en ese ámbito. Permitir los continuos abusos de la derecha y de sus órbitas ideológicas y mediáticas es socavar la estabilidad democrática.

Quizás el PSOE se ha visto demasiado influenciado por corrientes internas que están más cerca de la derecha que del centro-izquierda político. Es surrealista que un partido progresista y laicista desde su fundación, haya cedido a corrientes internas de personajes ultrarreligiosos que tienen de progresistas lo que Aznar tiene de demócrata convencido, y que, aparentemente a modo de topos, han contribuido durante años a mediatizar la ideología primigenia y auténtica del partido. Esas corrientes han desvirtuado, quizás, a un partido que nunca hubiera debido alejarse de las coordenadas socialdemócratas y laicistas que supuestamente le caracterizan y le proporcionan la adhesión de una mayoría de ciudadanos; lo cual es, probablemente, la causa de tanto desencanto para muchos de ellos.

Sea como fuere, en estas próximas elecciones, tan decisivas para el futuro económico, social y democrático de este país, existe una orfandad manifiesta para los votantes españoles de izquierdas, que son la mayoría. La derecha política y sus mentores (me refiero a los obispos)han logrado, por otra parte, desprestigiar a la izquierda en el poder hasta el punto de que, según preveen las encuestas, el próximo descalabro electoral para la izquierda mayoritaria va a ser considerable; y no porque los ciudadanos confíen en la derecha (sería como si un venado pudiera confiar en un cazador escopeta en ristre), sino porque, como dice Fernando de Orbaneja, la izquierda española peca de ingenua y la derecha lleva ocho años ejerciendo sin escrúpulos sus peores malas artes, de las cuales no ha podido, no ha querido o no ha sabido defenderse. Probablemente la derecha ganará, pero no será, en absoluto, por méritos propios. Aún estamos, quizás, a tiempo de evitarlo.

Coral Bravo es Doctora en Filología