Hemos vivido una intensa ola de calor, acompañada por la vorágine de las elecciones autonómicas andaluzas, que van tocando a su fin. Tienen las convocatorias electorales la virtud de concitar el interés por asuntos varios, de los que se habla en todas las convocatorias electorales y, de las que, luego, nadie se acuerda cuando está gobernando. Todo el mundo invoca medidas para mejorar la situación de los autónomos, de la sanidad pública, de la educación, pero terminadas las elecciones, esto pasa y no se hace nada, o casi nada, como si también fuera una ola de calor pasajera. Voy a detenerme en el mundo educativo y en la ola de calor. Después de convertir al profesorado en mártires o superhéroes, duplicando sus jornadas laborales entre lo presencial y lo no presencial por el problema de la pandemia de COVID, de parecer que, como en los relatos del antiguo testamento el virus no entraba en las aulas por una marca sagrada de sangre de cordero, para tranquilidad de los padres que tenían aparcados a los niños en los centros educativos, la ola de calor pone de manifiesto otra de las muchas deficiencias del sistema educativo.

Las más de 41 provincias que han rozado o superado los 40 grados esta semana se han encontrado con centros escolares no climatizados, convertidos en incubadoras donde los profesores tenían que atender lipotimias del alumnado, más que explicar sus materias. No es de extrañar. Ya durante el invierno, la falta de climatización y la necesidad de tener ventiladas las clases por el tema del virus, hizo que, en muchas clases tal vez no se contagiaran de COVID, pero casi se murieran de frío, resfriados, gripes, neumonías, y demás enfermedades asociadas a las bajas temperaturas.

En Andalucía, en medio de la campaña en las que todos se ponen el pin de sus logros e inversiones en educación, sigue sin cumplirse el protocolo aprobado en 2017, el llamado “plan de climatización sostenible”, para instalar en los centros aires acondicionados, sustituir persianas por lamas exteriores, crear cubiertas aisladas y ventiladas para evitar el sobrecalentamiento y llenar de plantas y árboles los patios para que haya sombra exterior. Ese programa sigue aún en ejecución y las quejas se multiplican estos días de calor extremo. La secretaria general de la federación de enseñanza de CC OO en Andalucía, Marina Vega, emitió un comunicado este martes en el que afirmaba: Una vez más, al Gobierno andaluz le ha pillado el toro y las aulas siguen sin estar adaptadas bioclimáticamente a las necesidades reales que se nos presentan. Esto se debe, sin lugar a dudas, a una clara falta de previsión y de inversión en la enseñanza pública”.

No ha sido mucho mejor en Extremadura donde, según los informes oficiales de la propia Junta, el 14,9% (130 centros educativos) de los 890 colegios e institutos notificaron que iban a flexibilizar los horarios para poder hacer frente a la ola de calor, ante la imposibilidad de desarrollar de manera saludable su labor docente. La mayoría de las escuelas se concentran en la provincia de Badajoz, al sur de la región. No parece pues una cuestión de color político sino de falta de cumplimiento de las palabras dadas y las promesas electorales perpetuas.

Más de lo mismo en Castilla-La Mancha o en la Región de Murcia donde las altas temperaturas en las aulas tampoco son una novedad. La Consejería de Educación ya incluyó en sus instrucciones de inicio de curso pautas para que los centros pudieran adaptar sus horarios a las inclemencias climáticas y flexibilizar la jornada escolar en esos meses.

Desde la Consejería de Educación señalan que no habría problema en permitir a los padres recoger antes a los alumnos, pero tanto la Administración, como docentes y asociaciones de padres reconocen que esa medida no se ha llegado a poner en práctica. La pregunta es, ¿no sería más apropiado invertir en recursos, de verdad, en la adecuación de los espacios educativos? Las carencias de inversiones en lo público, tanto en sanidad como en educación, son tan evidentes que, después de lo vivido, en vez de reforzar y mantener el personal de apoyo, cuando no incrementarlo, se han despedido a muchos trabajadores y trabajadoras que se habían contratado para ayudar a las desbordadas plantillas base. Esto, que es un tema paralelo que evidencia la falta de interés por el sostenimiento de lo público, pasa porque, circunstancias como las vividas de pandemia, cambio climático -que tenemos encima por mucho que algunos sigan negándolo-, debieran hacernos tomar conciencia de la adecuación de espacios donde tanto trabajadores como usuarios estén más seguros y cómodos.

Pasarán las elecciones andaluzas, llegarán las vacaciones, volveremos a oír los topicazos de los abnegados padres de “¡qué bien viven los maestros y cuantas vacaciones tienen!”, mientras ellos, sus amantísimos progenitores, no son capaces de soportar a sus vástagos ni durante las vacaciones. Los colegios se han convertido en los aparcamientos donde los padres colocan a sus hijos para no verlos durante la mitad del día. Triste y lamentable degradación de lo que debiera ser la escuela. Los políticos los saben, y al margen de los eslóganes de campañas, les temen más a las AMPAS que a los sindicatos educativos. Por esta razón, no estaría de más que, al menos, adecuasen las inclusas de niños y adolescentes, para que no fuesen congeladores en invierno y saunas en verano.