He viajado este verano por León, Asturias y Galicia, por zonas del interior de esa España que, a raíz de los incendios, se ha puesto de nuevo de actualidad por el vacío de población y el olvido que denuncian de los gobiernos. Una vez más, el humo de las malas noticias nos impide ver la realidad del medio rural y distorsiona el debate público.

Hay demasiada gente en nuestra querida España, esa España nuestra, de la que quiere apropiarse en exclusiva Vox, que prefiere no ganar a ganar poco y abandona casas y tierras a la espera de un pelotazo que nunca llega. Son los mismos que votan a una derecha que baja impuestos a las élites cuando gobierna, pero pide lo imposible y elude sus responsabilidades más directas cuando le vienen catástrofes naturales o provocadas.

Vivimos en un Estado de Derecho en el que parece que no existen deberes, ni obligaciones, que la culpa siempre es del prójimo, de las instituciones, de los políticos..., pero nunca de nosotros. Pedimos justicia en la casa ajena, pero no en la propia. Al viajar por carreteras secundarias y recorrer pueblos del interior se comprueba cómo los que abandonaron sus tierras y propiedades y se olvidaron de ellas, han contribuido a la destrucción del presente y a imposibilitar un futuro mejor para todos.

"No hay peor ciego que el que no quiere ver" es el refrán español que mejor refleja la actitud actual de los negacionistas que se resisten a aceptar que en el medio rural, junto al abandono y la despoblación, conviven múltiples iniciativas que lo mantienen vivo y lo hacen crecer.

Los que se quedaron y han mantenido el tipo contra vientos y mareas y los que han vuelto para recuperar, rehabilitar y revitalizar lo que se estaba perdiendo son los que merecen apoyo y solidaridad. Para los que optan por ver cómo se derrumban los muros de las casas de sus abuelos o renuncian a sus herencias porque no les compensa el esfuerzo de ponerlas en valor, vaya nuestro más absoluto desprecio.

Para que no se nos olvide la España diversa que tenemos, hay que recorrerla de norte a sur y de este a oeste, alejándonos de autopistas, de aeropuertos a tope y de alta velocidad saturada, consumir los platos y vinos locales y las cervezas artesanas de cada provincia, alojarse en pequeños hoteles y casas rurales, perderse por los senderos más escondidos.

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