Empezamos a ver la luz al final de este túnel. Cada día nos levantamos con la esperanza que los datos de contagiados y fallecidos serán mejores que los del día anterior. Es el momento de mirar más allá del siguiente minuto aterrador donde la vida se juega su ser. La lucha de cada día continua con una preocupación: cómo afrontaremos el futuro juntos, al igual que hemos vivido juntos el confinamiento.

La fractura humana que deja esta crisis sanitaria es irreparable. La brecha social, un reto que ha de estar en el centro de todas las decisiones. La pérdida económica, una necesidad acuciante que nos ha de permitir generar una prosperidad inclusiva. La bolsa de valores que hemos atesorado en este confinamiento ha de convertirse en nuestra energía, nuestra fortaleza como humanidad, nuestra dignidad como pueblo.

Es el momento de generar confianza en el futuro, en nuestro futuro. Es el momento de poner todos los resortes necesarios para afrontar, no solamente la siguiente crisis, sino todas aquellas vicisitudes que vamos a vivir. Es el momento de salir a la calle reconociéndonos como el todo de la solución.

Dice Yuval Noah Harari en su último artículo, que el único antídoto para lograr acabar con esta crisis es la cooperación. Una cooperación que se transforma en solidaridad, en comunicación, en transparencia, en intercambio de información, pero sobre todo, en una colaboración radical entre todos y cada uno de nosotros. La humanidad es nuestro único continente, nuestra patria real, nuestra forma de entender un mundo complejo que ha saltado por los aires.

Sin embargo, no podemos olvidar que no todos quieren lo mismo. Estamos en un punto de inflexión de la historia donde el capitalismo liberal está en quiebra y los valores del individualismo egoísta han perdido su primacía frente a una sociedad que se ha mantenido unida para luchar solidariamente contra esta crisis de salud pública. El confinamiento no ha debilitado el tejido social, sino que lo ha reforzado, nos hemos reconocido como sociedad más allá de un conglomerado de individuos sociales. Nuestras preocupaciones personales son las mismas que las que viven cientos de miles de personas en distintas partes del mundo. Somos una ciudadanía global que tiene los mismo sueños y anhelos. 

Cuando se apeló a la responsabilidad de la ciudadanía para afrontar el reto de parar los contagios, esta respondió, actúo desde la solidaridad y el compromiso compartido de que juntos éramos capaces de parar la curva. Ahora es el momento del liderazgo político, de asumir la responsabilidad del sentido común, de construir un liderazgo compartido que permita afrontar las soluciones necesarias que logren generar prosperidad social, económica y ambiental. 

No es el momento de luchas cainitas, de acciones que mediante el acoso y derribo persiguen la caída del adversario, ni de titulares demagógicos en busca del caos o peor aún, “quítate tu par ponerme yo”. Es el momento de sumar todas las fuerzas, todas las voluntades y todos los recursos para fortalecer a una sociedad que ha sido ejemplo diario de compromiso colectivo. Es el momento de vernos las caras, de sentarnos en la mesa común que significa la humanidad y de construir nuestra mayor fortaleza: una cooperación diferenciada entre iguales.

Los Pactos de la Moncloa aprobados el 25 de octubre de 1977, supusieron la antesala de la Constitución Española. Dos acuerdos que no pueden entenderse por separado, ni tampoco alejados del momento histórico.  Aquellos partidos políticos entendieron la necesidad de liderar las transformaciones necesarias que hicieran de España un estado social y democrático de derecho, no solo como expresión de la voluntad de la mayoría sino como garantía de progreso de todos y todas. Somos herederos de ese compromiso. 

Cuando en 2015 Naciones Unidas aprobó los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los 193 Estados pusieron de relieve que el mundo que íbamos a vivir era mucho más grande que la fuerza de la suma de cada uno de ellos. Era el momento de impulsar una visión integral e integrada del mundo con una agenda que nos emplaza a todos a pensar en el futuro trabajando en el presente.

Por eso, para aquellos que quieren seguir viviendo en la confrontación partidista y en la ruptura política y social, hay que recordarles que quienes convocan unos nuevos pactos que configuren un mundo sostenible, es la ciudadanía. Una ciudadanía que ha cumplido con su deber social y que ahora quiere seguir formando parte de la solución. Los nuevos Pactos de la Moncloa han de retratar nuestra sociedad actual, abierta, plural y comprometida.

Estos nuevos pactos constituyen un nuevo Contrato Social Global, donde nadie ha de faltar a su firma y donde sobran aquellos que lejos de aportar soluciones, han estado dinamitando con mentiras interesadas, la voluntad y las aspiraciones de una sociedad madura que mira tanto al presente tanto como al futuro, hacia dentro como hacía fuera. Por eso, es el momento de la ciudadanía, es el momento de generar una colaboración radical que nos permita liderar un futuro donde nadie quede atrás.