Acaba marzo. Un mes marcado por las celebraciones del día de la mujer en las que, por primera vez, desde los inicios del sufragismo y el feminismo en España, han aparecido divididas. No le habría agradado nada a la referencial Clara Campoamor, invocada por todas, y que sigue en una tumba prestada sin que nadie haga nada por evitarlo. Triste suceso. La disensión es el alma de todo debate democrático, pero la separación es la realidad de un fracaso en el diálogo de las ideas. Soy un hombre feminista, aunque parezca una contradicción en sus términos. Lo he sido siempre, de hechos, no sólo de palabras, aunque trabaje con ellas, y sin pertenencia a partido alguno, libre de expresarme sin disciplinas jerárquicas, que son como el voto de obediencia de las congregaciones religiosas. Sin embargo, creo que hay que tener claro quien es el enemigo, quien está frente a nosotros en la contienda, y permanecer firmes, juntos, en la misma trinchera. Quien tenga oídos que oiga…
Si soy feminista y hombre, como he dicho, no es sólo por convicción intelectual. Mis referentes familiares eran ellas, frente a un modelo patriarcal que se imponía a golpes, también conmigo. Luego, la literatura me llevó a conocer las voces de grandes mujeres, puestas en los márgenes de la historia de las letras, algunas de las cuales tuve la fortuna de conocer y tener por mentoras y confidentes. Pilar Paz Pasamar, la discípula predilecta del Nobel Juan Ramón Jiménez fue la primera. Ella se empeñó en que leyera, sobre todo, a sus compañeras olvidadas: Ángela Figuera Aymerich, Trina Mercader, Concha Lagos, Elena Martín Vivaldi, Gloria Fuertes, Mariluz Escribano, Francisca Aguirre entre otras muchas autoras fundamentales. Gracias a ella conocí a una longeva y aislada escritora de la Generación del 27, Josefina de la Torre, la única incluida en la antología original del grupo, realizada por Gerardo Diego. En su piso de Madrid, hastiada, mayor, consciente del olvido de estudiosos y lectores, me encargó, sin obligación, pero sí con esperanza, que hiciera algo para sacarlas del ostracismo en el que estaban. Era marzo, como ahora, un “Marzo incompleto”, como el título de ese libro hermoso y enigmático de la propia Josefina de la Torre. Tomé el encargo como algo mío, ineludible, y me puse a trabajar en lo que unos años después, todavía viva Josefina, sería mi antología de escritoras españolas e hispanoamericanas 'Mujeres de Carne y Verso'. Han pasado más de dos décadas desde entonces, y este mismo libro de escritoras nos reúne hace unos días en un ciclo en la isla de La Palma. En concreto en Los Llanos de Aridane donde el volcán, masculino e inflexible, ha causado tanto daño y destrucción con su violencia. Quien rige el consistorio de esta población es una mujer valiosa Noelia García Leal al igual que su concejala de cultura, Charo González Palmero. Ellas eran conscientes de que, en estos momentos, la cultura, la poesía, era tan necesaria para su gente como el pan. No me importan sus siglas políticas, no las he preguntado; no me preocupa. Tampoco a mí se me ha preguntado a quien voto sino si quiero coordinar unas jornadas sobre poesía y poetas. Es momento de construir, de nuevo, espacios de convivencia democrática desde la cultura o perderemos todo lo ganado. Concierto inaugural de Juan Valderrama con un disco lleno de temas y autoras poetas, y un elenco formado, íntegramente por mujeres músicas. En las jornadas, diálogos intergeneracionales entre las poetas Juana Castro, Raquel Lanseros, Cristina Angélica y la poeta canaria Elsa López. Dos noticias al iniciarse estas jornadas resarcen la herida de la disensión, de este marzo incompleto: Remedios Sánchez, la profesora titular de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Granada, y creadora del I+D+I Las Olvidadas, proyecto de estudio y recuperación de las autoras españolas, es nombrada presidenta de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios. Es la primera vez, en la historia, que una mujer preside dicha asociación. No hay antecedentes ni en la ACE España, ni en ninguna de las asociaciones regionales. A la vez, la poeta canaria Elsa López, es galardonada con el Premio Canarias de Literatura, la más alta distinción de las letras insulares, que se honra de premiar, premiándose así misma, a una poeta, narradora, antropóloga, intelectual y editora pionera desde hace décadas en todas las ramas humanísticas que ha tocado, y han sido prácticamente todas. De ambas hablaré en otra ocasión, muy pronto, por extenso y en exclusiva. No se merecen menos, y ustedes, lectores, tampoco, tan faltos de unión, de cultura democrática, de palabras que construyan, de marzos, y abriles, y mayos completos. De figuras referenciales y de consenso en esta sociedad, en este mundo de invasiones absurdas, de argumentos banales para justificar el insulto, la bajeza, la denigración, la muerte, el olvido… Cuando estamos tan necesitados de humanidad y de palabra nutricia, de ilusiones, como cuando pensábamos en plural desde nuestras singularidades; cuando como especie, el adjetivo “humano” “no tenía principio/ni fin. Era mitad, /centro predestinado, /eje de un solo sueño”, que escribió la poeta Josefina de la Torre. En esa fe, y de la mano de estas mujeres que cosen y no rasgan las telas de las convicciones comunes y necesarias, seguimos avanzando como sociedad.