Pero su identificación con la dictadura fue mucho más intensa y profunda de lo que se transmite en los medios. Dalí nunca ayudó al gobierno republicano durante o después del golpe militar fascista. Como señala Ian Gibson, Dalí escribió positivamente sobre José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, el partido fascista español. Y utilizó en sus discursos la narrativa fascista, atribuyéndole a España una misión imperialista, inspiradora de una nueva civilización. Apoyó la alianza de Franco con Hitler y Mussolini en contra de los aliados, compartiendo una admiración hacia tales figuras como freno al bolchevismo internacional. Profundamente antisemita, alabó la función histórica del cristianismo, señalando que todo arte debería basarse en tal religión. Próximo a la Iglesia católica española de claras simpatías fascistas, y al Vaticano de Pio XII, Dalí defendió al dictador frente a la critica y desprecio expresado hacia tal figura por la mayoría de la comunidad artística internacional, convirtiéndose en su máximo defensor, defensa que alcanzó niveles auténticamente nauseabundos cuando, meses antes de su muerte, el dictador firmó la sentencia de muerte de cinco prisioneros políticos, miembros de la resistencia antifascista. Dalí defendió y aplaudió la ejecución de estos cinco antifascistas, indicando que en realidad, Franco (al cual definió en aquel momento como uno de los grandes españoles que siempre hayan existido) tenía que haber fusilado a muchos más. El profesor Malefakis, de la Columbia University de Nueva York, y experto en fascismo en Europa, ha documentado el grado de crueldad de aquel régimen, subrayando que por cada asesinato que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil. Aquel dictador fue el español que ha asesinado a más españoles (y a más demócratas) en la historia de España. No es de extrañar, por lo tanto, que Dalí, al final de la dictadura, huyera de España. Era consciente de que las fuerzas democráticas le habían fichado. Incluso se había descubierto una bomba bajo su asiento en el restaurante que solía visitar.
Es de suponer que Draghi, el Presidente del Banco Central Europeo, no era consciente de estos hechos y compartiera la idealización de Dalí que existe también en nuestro país. (Hace sólo unos meses, el mayor teatro de Barcelona –el Liceo- dedicó toda una ópera a su figura, y Cadaqués, donde veranea la burguesía catalana, tiene una estatua de Dalí en el centro de la Plaza Mayor de aquella población). Para corregir su ignorancia, le he enviado al Sr. Draghi el libro de Ian Gibson sobre Dalí. Sería de desear que se lo leyera porque las políticas que el BCE está imponiendo (y digo imponiendo porque ninguna de las políticas de austeridad que los gobiernos, incluyendo el español, están llevando a cabo respondiendo a la presión del BCE, constaba en ningún programa electoral) están estimulando la aparición del fascismo en la Unión Europea. La dureza de sus políticas de austeridad y su hostilidad hacia la clase trabajadora, con su énfasis en bajar los salarios y eliminar su protección social (en una entrevista al Wall Street Journal, el Sr. Draghi dijo que el modelo social en Europa había terminado. (Ver mi artículo “Lo que el Sr. Draghi y el Banco Central Europeo entienden por estimular la economía”. Sistema Digital. 10.05.12), está contribuyendo a crear el tipo de Europa que Dalí deseaba y admiraba. La enorme desesperanza y dolor que tales políticas están creando ha generado una hostilidad hacia los establishments europeos, incluido el sistema financiero liderado por el BCE, que, de no canalizarse a través de las fuerzas progresistas y democráticas, pueden desembocar en un fascismo del cual el BCE, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (los mayores investigadores de tales políticas) serán responsables. El caso de Francia es sólo un ejemplo.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra