El fiscal del Tribunal Supremo, Luis Navajas, nos ha dejado a muchos asombrados. Se ha opuesto a que Pablo Casado, actual presidente del PP, comparezca ante los jueces para dar cuenta de las circunstancias que concurrieron en su polémico máster. El fiscal no quiere ver chicha en ese asunto.

En consecuencia, para Navajas, los argumentos sobre los que se basaba la magistrada Carmen Rodríguez Medel no tienen ni pies ni cabeza. Lo cual se traduce en que Pablo Casado consiguió su título en Derecho autonómico en 2009, sin aparecer por el recinto de la Universidad Rey Juan Carlos y aprobó con sobresaliente, aunque nadie sepa el alcance de los trabajos con los que obtuvo tan buenos resultados. En cuatro asignaturas solamente, porque el resto le fueron convalidadas.

Todo eso no existe para el fiscal Luis Navajas. Tampoco da importancia alguna a la declaración de una compañera de máster que admitió haber recibido prebendas. Y si acaso pudiera asemejarse a alguna situación de cohecho impropio, ya habría prescrito. Punto y final.

 La única salida es hacer política de verdad

Todo esto no evita que los ciudadanos se escandalicen, y mucho. Más aun, cuando desde la prensa cavernaria se sigue dando tralla con la cantinela de plagios y copias que, supuestamente, realizó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Ese frente periodístico arremete con lo que haga falta, sea verdad o no, y con un póker de trampas consigue mantener en tensión a la ciudadanía.

Además, Albert Rivera desde su tribuna naranja compite a ver quien juega más sucio. Comparte con su competidor, Pable Casado, cartas que esconden mentiras, para ver quien se lleva la mayor tajada de la pieza de los que todavía honran al dictador.

¿Cómo se pone punto final a todo esto? Difícil está. La única salida es hacer política de verdad. Guste a quien guste y disguste a quien disguste. Que cada uno aguante su vela. El tiempo de los fuegos artificiales se acaba. Y tal como está la olla a presión, nadie va a perdonar nada. Así pues, aciertos y errores están ya descontados. Y como los que gobiernan tienen la mayor responsabilidad, están obligados a ejercer a fondo, para todos y pese a todos. Es la única solución que, sin asegurar el éxito, muestra cual es el camino honrado y coherente.