“De ninguna forma puede Rajoy respaldar las intenciones de Camps”, se lee en el periódico aludido. Y, además, se observan bien visibles estas contundentes reflexiones: “España se encuentra en un momento crítico, en el que los ciudadanos necesitan, más que nunca, confiar en que existe una alternativa de Gobierno seria, coherente y respetable. Es inimaginable que Rajoy aspire a presentarse como un candidato fiable a La Moncoa justificando la continuidad de quien asumiera un delito, reconociendo que ha mentido reiteradamente. Los españoles piden comportamientos éticos y su respuesta a las pretensiones de Camps será la piedra de toque de la regeneración que el líder del PP está prometiendo en sus discursos.”

Ramírez
Rajoy, está bien claro, ha hecho caso de los consejos y las exhortaciones de Ramírez. El giro de Camps, que parecía dispuesto a pagar una multa de 49.500 euros para eludir así sentarse en el banquillo, no ha sido voluntario ni mucho menos. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre –tan próxima a Ramírez- se ha precipitado a ensalzar a Camps. La lideresa ha proclamado: “Es un hombre honrado” y su comportamiento es un “ejemplo” para la ciudadanía”. Esteban González Pons ha elogiado también al dimisionario. Es la hora de alabar al mártir, que ha de pasar probablemente en breve el amargo trago de comparecer ante la justicia.

“Nada he hecho, nada hay”
Lloran al muerto para contentar al vivo, que es Rajoy, el que siempre avaló la conducta de Camps, incluso de forma un tanto equívoca. Pero si tan honrado fuera, si “nada he hecho porque nada hay”, según ha reiterado una y otra vez Camps, ¿por qué tantos aspavientos de Rajoy y su alegre muchachada exigiéndole bajo mano su dimisión?

Bajo siete llaves
Lo cierto es que Camps mintió sin duda alguna a propósito de los trajes recibidos como regalos de parte de Álvaro Pérez, el Bigotes, el hombre de la trama Gürtel en la Comunidad Valenciana. Lo cierto asimismo es que Camps impidió que la oposición pudiera acceder a los presuntos  papeles de la corrupción, que iba prpbablemente mucho más lejos que los tristemente célebres trajes. La opacidad de Camps fue total. ¿Qué guardaban bajo siete llaves el propio Camps y su camarilla? ¿Qué ocurrió, en términos económicos y de corrupción, con los organizadores de la visita de Benedicto XVI a Valencia?

Ni un dedo
Rajoy no ha movido un dedo para esclarecer, desde que estalló el caso Gürtel, el alcance de la corrupción, tan bien representada por la conversación telefónica de ambos. Uno, Camps el mártir. El otro, Pérez, el de los negocios sucios, “amiguito del alma, te quiero un huevo”. Esa es la realidad. La dimisión de Camps es una filfa. Rajoy no ha sido nunca un luchador contra la corrupción. No es un héroe de la transparencia. Es simplemente un aprovechado.Se ha aprovechado de la crisis y ahora se ha aprovechado de Camps.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM