Con una juventud de 98 años, el pintor de Torredonjimeno Ginés Liébana  mantiene una lúcida producción pictórica ininterrumpida. Buena cuenta de ella da la exposición retrospectiva “Acorde de Duende” que se expone desde el 16 de abril en la Real Casa de la Moneda de Madrid, y que estará, de no prorrogarse, hasta el 16 de junio. Único superviviente del grupo poético y pictórico cordobés “Cántico”, a cuyos autores y cuya revista llevó su diseño y señas desde el principio, el pintor jienense y cosmopolita ha permanecido fiel a su ecléctica estética, a su formación parisina, y a la escuela surrealista donde fue reconocido por el sumo pontífice de la misma, Salvador Dalí, como uno de los suyos.

Dice Liébana que él aprendió el surrealismo no de los teóricos intelectuales de esta tendencia pictórica, sino del acervo popular y la forma de vida andaluza. Al contrario que Rafael Alberti, “mi locura por una caja de pintura” es un poeta que acabó siendo pintor: “Yo era un poeta que no sabe escribir poesía. Lo que hacía era suprimir adjetivos, no sirven, ¿cómo se puede encontrar un adjetivo para definir un sentimiento verdadero? También quitaba los plurales porque si no sonaba como Rajoy cuando decía “nosotrosss losss españolesss”... Hacía caricatura, ironía de lo que veía en Córdoba. No te queda otro remedio al ver en lo que nos desenvolvemos. De aquellos poetas aprendí lo que sé, pero no les podía imitar, la genialidad no se puede imitar... Había que superar aquella poesía pesada de “la señorita del tercero no me quiere y me voy a suicidar”. Irónico, iconoclasta irredento, adora sólo la belleza. Puede ser por eso, como los demás integrantes del Grupo de posguerra “Cántico”, que se mantuviesen al margen de la “poesía social”, por una poética que se comprometía con la belleza contra un mundo desarbolado y feo como era el de posguerra española, reivindicando a sus padres literarios, los poetas de la Generación del 27, a los que casi no se podía nombrar como al asesinado Lorca, o a los exiliados Alberti o Cernuda.  Un grupo poético, el de “Cántico”, y pictórico, que fue en algunos de sus miembros perseguido por el franquismo, por considerárseles demasiado paganizantes, homoeróticos  y lejos de lo moralmente admisible, como los poetas Pablo García Baena (premio Príncipe de Asturias de las Letras), Ricardo Molina, Julio Aumente, Juan Bernier y Mario López, y el pintor Miguel del Moral.

La exposición reunida bajo el título “Acorde de Duende”, y  capitaneada por el galerista y marchante Antonio Lara Quero, es una colección que hace un recorrido por todas las épocas artísticas y vitales del autor. Incluye una numerosa colección de sus obras más recientes y su selección se debe a un criterio puramente personal, en  cuya mayoría ha sido elegida de la colección propia del autor. Entre sus técnicas favoritas está el acrílico sobre papel, “collages”, que agilizan su vertiginosa imaginación y capacidad de trabajo. Los dibujos forman parte de su última producción y se mezclan con retratos más antiguos como el de García Lorca o “Erica. 1980”. También hay obras representativas de su periodo en Brasil de los años cincuenta como “Rio de Janeiro”, en un estilo que contrasta con el onirismo de buena parte de su obra. La exposición incluye, además, dos vitrinas con sus publicaciones literarias, que dan cuenta de que su producción literaria ha vertebrado también gran parte de su trayectoria artística. La muestra cuenta también con un audiovisual documental del realizador Jaime Elechiguerra.

Ginés Liébana ha realizado numerosas exposiciones individuales de su obra, tanto nacionales como internacionales. En 2005 fue galardonado con la Medalla de Oro de Bellas Artes por su trayectoria artística. Ha publicado libros de poemas, obras dramáticas, libretos de óperas contemporáneas y un sinfín de originales escritos que cabalgan entre varios géneros. Ginés ilustra su obra literaria con dibujos de una belleza plástica fascinante; recrea un mundo imaginario extraído del ámbito del disparate, del absurdo o de los delirios del subconsciente. La pintura de Ginés es objetivamente figurativa con una intensa carga narrativa. Sus inspirados paisajes rara vez están vacíos. Paisajista de los sueños y del subconsciente, su intención es desplegar ante nuestros ojos su inquietante iconografía inagotable de seres alados y otras quimeras

Una obra de extraordinaria ironía y sutileza que se desborda por los márgenes de lo que un día le encauzó en el movimiento surrealista. André Bretón definió el “surrealismo” como un “movimiento literario y artístico que busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional”. Ambos elementos están en la obra y en la figura de Ginés Liébana, que es también parte de su obra como lo fue en Dalí, de forma innegable. Tal vez su vigencia esté en que, en estos tiempos de realidades virtuales, nada más poderoso para trascender una sociedad líquida que el poder de la imaginación y de la inteligencia. No se lo pierdan.