El domingo Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta Ayuso, daba nueva muestra de su escasa catadura moral, y su ausencia de respeto por el estado de derecho, afirmando que había comprobado que uno de los testimonios sobre las muertes en residencias madrileñas durante la pandemia que se estaba retransmitiendo laSexta, no era una persona que hubiera tenido a ningún familiar en las mismas, añadiendo que, si le daban nombres y apellidos del resto, comprobaría si habían visitado a sus familiares en el tiempo que fueron asistidos por las residencias madrileñas. Lo de la catadura moral ni lo comento, pero ¿cómo tiene acceso el jefe de gabinete a los datos de familiares de residentes en el año 2020 un domingo por la noche?
Por otro lado, el martes, cuando aún seguía coleando la polémica de MAR que, por supuesto, no va a dimitir ni va a ser cesado, comparecía el Fiscal General del Estado en el senado, para presentar la memoria anual de la fiscalía. Obviamente no es la memoria lo que ha interesado ni interesará a los medios de comunicación, pero me resultó muy inspirador en el relato del fiscal, el detalle de actuaciones realizadas, desde 2021, en relación con los fallecimientos de mayores en residencias de toda España durante la pandemia. Muchas familias, en muchos puntos del país, se vieron desamparados por el tratamiento que recibieron sus mayores y buscan y desean que se investiguen las actuaciones de residencias y responsables políticos por una necesidad fundamental de todo ser humano; saber la verdad, hacer justicia a sus familiares fallecidos y obtener reparación, si quiera moral, a su sufrimiento. Tiene sentido que la fiscalía actúe amparando estos derechos de investigación de las familias.
La retahíla de actuaciones relatadas por el fiscal incluyen, además de acciones de investigación y averiguación, instrucciones a las diferentes fiscalías para que los familias sean escuchados durante los procesos de averiguación e instrucción que pudieran darse, sucesivas acciones de recopilación de información sobre la marcha de las causas y, la orden a la fiscal jefa de Madrid de recibir a los familiares de fallecidos en las residencias agrupados en las organizaciones Marea de Residencia y Verdad justicia y reparación, así como de recepcionar, formalmente, las conclusiones de la comisión ciudadana por la verdad en las residencias de Madrid, cosa que sucedió en 2023.
Y aquí empieza mi ficción política, que bien podría ser el argumento de una novela de intriga; un experimentado y entrado en canas asesor presidencial, conoce de la investigación que la hacienda pública ha emprendido contra el novio de su presidenta, y sabe que no hay forma de que esto no le estalle a su jefa como un escándalo político. Se reúne con el abogado del novio y el susodicho a conocer el caso e intentar diseñar una estrategia para, de un solo golpe, salvar al defraudador de una condena que el letrado estima más que probable, y salvar a su jefa de a una caída empicado en los índices de popularidad que tan alto ha conseguido llevar desde que, aun perdiendo las elecciones, lograra por una carambola política convertirse en presidenta.
Llega a la reunión pensando en lo difícil que ha sido su tarea y cómo se pensaba que ya había salvado el mayor riesgo vivido hasta ahora, el empeño de la izquierda política, con la ayuda del desertor exconsejero del partido de centro que le dio la presidencia, de hacerla responsable de unos protocolos que, dicen, llevó a los mayores madrileños a morir indignamente y en un número desproporcionado con respecto al resto del país. Al pensar en esto se le pone un nudo en la tripa, a pesar de lo seguro que se siente del futuro político de la presidenta, este tema siempre le tensa, y a ella también, si sólo fuera la rama mediática lo tendría ya cerrado, pero la insistente actuación de la fiscalía no permite cerra el frente judicial, él está convencido de que hay pocas posibilidades de que termine en un proceso penal, y mucho menos en ningún tipo de condena, pero cada movimiento de fiscalía reaviva las ascuas políticas. Maldice entre dientes al fiscal general y antes de terminar la retahíla de insultos que le suele dedicar, una idea va tomando forma, ¿y si pudiera cerrar ambas amenazas políticas con un solo disparo?
Pasará tiempo hasta que consiga concretar la idea en un plan no exento de riesgos, pero, según avanza en su ejecución, le irá reportando no pocas alegrías. Aciertos propios, algunas ayudas de amigos de la judicatura y fiscalía, el puritanismo corporativo o ética profesional de unos periodistas que se niegan a desvelar sus fuentes, la inanición del partido ante el recuerdo de la caída del anterior presidente a manos de sus estrategias y las no pocas torpezas de la oposición, le acercan día a día a que todo termine según su plan; un novio libre de causa judicial por una anulación de procedimiento, un fiscal dimitido, una presidenta sin freno para el desarrollo de sus ambiciones políticas.
Es un relato inventado, pero no por ello inverosímil, está por ver cómo acaban en la realidad cada uno de los actores ficcionados, puede que todo acabe como se espera, pero quien sabe que puede acontecer. Hace una década que muchas cosas inverosímiles han acabado sucediendo. ¿Quién habría apostado a que la toda poderosa Esperanza Aguirre sería derrotada en las urnas por una vieja comunista convertida en icono pop? Pues fue. La política madrileña está llena de eventos que no eran imaginables y que, entre errores propios, aciertos ajenos y algún cambio de alianzas no previsto, han hecho caer a torres mucho más altas que la actual presidenta.