Sabino Fernández Campos, que fue jefe de la Casa Real, ya decía en su momento, que las malas compañías iban a llevar al desastre al entonces Rey de España. Tenía mucha razón. Juan Carlos I no deja de sorprender desagradablemente con nuevos datos que abundan sobre comportamientos reprochables y malas amistades a las que no debería haberse arrimado.

Es el caso del millonario de origen mexicano Allen Sanginés-Krause. quien la Fiscalía sospecha pueda estar relacionado con el dinero que nutrió unas tarjetas de crédito que parece pudo utilizar el emérito, pero que hay que ver si  declaró a Hacienda que es lo que está en duda.

Se suma esta sospecha, actualmente en fase de indagación, que Anticorrupción anda detrás de averiguar si esas mismas tarjetas opacas de fondos enigmáticos para el fisco fueron utilizadas por familiares del antiguo monarca, entre ellos la reina Sofia. Incluso se intenta aclarar si la yegua de Victoria Federica, hija de la infanta Elena, se adquirió mediante este sistema de pago, incluyendo también su manutención, según relataba este lunes El Confidencial.

El problema radica en que esos gastos corresponderían a los años posteriores a la abdicación, por lo que las acciones del ahora Rey emérito estarían sujetas a la legislación ordinaria al haber perdido la inviolabilidad inherente al cargo de Rey de España.

El comportamiento de su padre, provoca serios quebraderos de cabeza a Felipe VI, quien se las ve y se las desea para salvar a la institución monárquica de esos malos pasos.

La sospecha de posibles comisiones percibidas por el padre de gobernantes de Arabia Saudí, llevó a Felipe VI a retirarle los 200.000 euros al año que tenía asignados,  así como a realizar una publica declaración desligándose del dinero depositado en fundaciones vinculadas a su progenitor, que le pudiera ser legado.

Estas realidades, en fase de pesquisa, llevan a la derecha a posturas que serían cómicas de no ser tan preocupantes, cuando en los debates televisivos algunos  tertulianos próximos a los de Génova 13, intentan acallar el relato gritando más que el de enfrente y reclamando el importante papel de Juan Carlos I  en la transición. No se dan cuenta de que esa postura desaforada, les convierte en cómplices de una ocultación absurda, dado el conocimiento de los hechos.

Qué diferente es la realidad frente a la opereta cotidiana de esos desinformadores. Este fin de semana el Jefe del Estado ha viajado a Bolivia (ya saben, base del social comunismo imperante en el gobierno de coalición) acompañado por el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, bestia negra habitual del PP y los suyos, para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente, Luis Arce.

Felipe VI fue recibido con afecto y cordialidad. “Hermano rey”, le denominó el nuevo mandatario.

Al regreso a Madrid, algunos analistas han denostado la blanda actitud del Jefe del Estado ante la iniciativa de Iglesias, apoyada por varios líderes latino americanos, de suscribir la Declaración por la Paz, en defensa de la democracia y contra el golpismo ultra como forma de acceder al poder. Entre los firmantes figuran Dilma Rouseff, Evo Morales o el ex presidente del Gobierno de España, José Luís Rodríguez Zapatero.

Al parecer, esos desinformadores ignoran que la Casa de su Majestad el Rey, antes de iniciar un viaje, conoce hasta el mínimo detalle lo que puede acontecer al Jefe del Estado. También los imprevistos.