Dicen los señores diputados del PP que el gobierno rojo quiere aprobar una ley de eutanasia para ahorrarse dinero en costes de sanidad. Ya saben ustedes que si algo caracteriza a la derecha es su enorme generosidad, rozando casi el dispendio, cuando se trata de gastar dinero público en la seguridad social. Así lo han demostrado siempre que han gobernado tanto en el gobierno estatal como en los autonómicos. No les voy a enumerar la cantidad de hospitales públicos que han inaugurado o el incremeto de plantillas de personal sanitario, porque ya los conocen ustedes. Tanto es así, que las listas de espera, siempre que ellos gobiernan, se reducen de manera tan drástica que se han llegado a dar casos en los que han operado a pacientes que todavía no lo eran, por si un aquello.

Por eso están ahora tan indignados con quienes pretenden eutanasiar a enfermos y ancianos simplemente por ahorrarse unos miserables euros. Su lucha en la defensa de la vida es tan incuestionable, que hay diputados de nuestra civilizada extraderecha que abogan por volver a instaurar la pena de muerte, que podrían aplicar a los partidarios de esta satánica ley.

Cierto es que la ley que pretende aprobar el gobierno comunista dice que la eutanasia es voluntaria y sólo se puede aplicar bajo algunos preceptos muy claros, pero ya se sabe que se empieza por ahí y se acaba gaseando ancianos, simplemente para poder recalificar los terrenos que ocupa el asilo. Y, como se conocen, esa es una tentación que quieren evitar nuestros diputados conservadores.

La eutanasia, dicen ellos, es una muestra de cobardía. Novios de la muerte, como Casado o Abascal, no temen el sufrimiento. De sobras es sabido que los dos se niegan a que se les aplique anestesia, que no deja de ser una pócima del demonio, en las intervenciones quirúrgicas. Si Jesucristo, como muy bien nos recordaba esta misma semana el obispo de Alcalá, sufrió en la cruz, quiénes somos nosotros, miserables mortales, para evitar el dolor.

No me cabe duda de que todas las diputadas y diputados que votarán en contra de la ley, dejarán por escrito estrictas directrices para que en el caso de que padezcan, Darwin no lo quiera, una insoportable enfermedad no se haga nada que pueda acortar ese sufrimiento. Al contrario, que se alargue hasta donde la medicina sea capaz y el cuerpo aguante.