No estoy muy seguro de creerme al Papa Francisco. Me gusta lo que dice sobre temas que han estado vedados en la Iglesia hasta anteayer, pero no pasa de hacer unas manifestaciones que luego no se plasman en cambios reales en la Institución religiosa. En especial con relación a las orientaciones afectivo-sexuales. En la última Jornada mundial de la Juventud, en Lisboa, recibió a una serie de jóvenes que le plantearon preguntas a este respecto. Una de ellas le preguntaba “si había un lugar en la Iglesia para las personas Trans y LGTBI”. Ante esta pregunta, el Papa respondió: “Toda persona es hijo de Dios. Toda persona. Dios no rechaza a nadie. Dios es padre. La Iglesia no puede cerrarle la puerta a nadie”. Y habló de “infiltrados” de “una de las corrupciones de la Iglesia” de todos esos que, dentro de la Iglesia, usan el Antiguo Testamento para sustentar sus discursos de odio y que “viven condenando a los demás porque no son capaces de asumir sus propias culpas”.  No le falta razón, pero debería ser mucho más estricto en la aplicación de su doctrina y de sus ideas, si realmente piensa y siente lo que dice, frente a aquellos que, desobedecen estos argumentos, directamente, incluso dentro del las propias Jornadas Mundiales de la juventud donde Francisco expresó estas reflexiones.   

Me refiero al impresentable, y punible, legalmente con nuestro código penal en la mano por incitación al odio, José Ignacio Munilla, Obispo de Alicante. En una de las catequesis durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa aseguró que “Dios nos creó hombre o mujer. Nadie nace en un cuerpo equivocado” porque “Dios no se equivoca”. Ante varios centenares de jóvenes, Munilla no solo ha cargó contra el colectivo Trans, sino que lo ha relacionó también con el movimiento ecologista: “La ecología tiene que comenzar por el respeto hacia nosotros mismos, Dios nos ha creado bien, Dios no se equivoca, nadie nace en un cuerpo equivocado”. En unas palabras en torno a la “ecología integral”, el tema elegido por el mismo Papa para esta primera catequesis, el obispo de Orihuela-Alicante ha afirmado que la ecología, si no es integral, “no es cristiana”, es “ideología”, y ha alertado de lo que ha calificado como “contradicciones flagrantes” del ecologismo que, en sus palabras, no es integral. En ese sentido, Munilla, que fue apartado por el Papa del obispado de San Sebastián por su polémica trayectoria para acabar en la diócesis de Orihuela, ha calificado al movimiento animalista como una “falsa religión” que hace daño. Entre otras menciones, ha atacado el ecologismo “denuncia los transgénicos”, pero “al mismo tiempo” defiende “el transgénero, que uno pueda cambiar de repente de ser hombre a ser mujer”. “Es una contradicción que deja patente una ideología”, ha insistido. En este escenario, Munilla ha cargado contra la ecología de “quien se pone a defender y salvar ballenas, focas y pingüinos” a la vez, ha dicho, que defiende “el aborto”. Tal y como ha matizado, para él “una cosa es tener respeto a los animales” y otra cosa es decir que “tienen derechos”. Además de la transexualidad y la ecología, el obispo español ha atacado también los métodos anticonceptivos de la población y ha criticado que la gente “se empastille” para relacionarlo también con el ecologismo advirtiendo: “No se trata solo de cómo reciclar plástico sino de la falta de austeridad”. Resulta curioso que, este señor, diga que “Dios no se equivoca”, y ponga en cuestión, según su propia teología, la creación misma. Quiero decir, yo soy un agnóstico metódico, pero conozco bien la doctrina en la que fui educado y en la que me he `preocupado en profundizar. Si Dios es omnipotente y omnisciente, ¿quién se ha creído que es este simple mortal, por muy obispo que sea, para poner en cuestión el plan de Dios? Quiero decir, si Dios, que lo sabe todo, nos hizo a su imagen y semejanza, no hay nada más pecaminoso y soberbio que cuestionar por qué creó a los homosexuales, a los trans, a los no binarios. Creo que, como es evidente, el Obispo Munilla disfraza de mansedumbre y doctrina lo que es odio, discriminación y soberbia, además de una enorme incongruencia teológica contra su propia doctrina, que, supuestamente, promulga “el amor al prójimo”. Tampoco vamos a entrar si no defender la naturaleza no es ir en contra de la creación de nuestro Hacedor. Por otra parte, si es el espíritu Santo quien designa al Sumo Pontífice, al Vicario de dios en la tierra, ¿cómo se atreve a contradecir la opinión de este, que es contradecir el designio de Dios a través de una de las personas del verbo? He comenzado diciendo que no sé si creerme al Papa Francisco. Tal vez me lo creería más si, a personajes tan siniestros e inquisitoriales como a Munilla lo suspendiera a Divinis, como hizo el papa Juan Pablo II con el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal por ponerse de parte de los oprimidos, como habría hecho el propio Cristo. Es verdad que Francisco fue quien restituyó a Ernesto Cardenal, nada más llegar a su pontificado, al que dice admirar mucho, pero sería más creíble si a figuras como a este Obispo, lo retirase definitivamente del ejercicio público, como uno de eso “infiltrados”, “corruptos”, de los que se ha manifestado tan claramente, al menos de palabra.  Como digo, no sé si Dios existe o no. No tengo pruebas, como agnóstico metódico, de su existencia o de lo contrario, pero si es, y no comete errores, el Papa debiera pasar de las palabras a los hechos y tomar medidas más activas, apartando del sacerdocio a estos inquisidores contemporáneos, y reformando una institución que, o asume el discurso del amor de Jesús, o se merece desaparecer por inanición, como le está pasando. Dice el refranero español “de buenas intenciones están empedrados los caminos del infierno” y, el Papa Francisco o empieza a cambiar la Iglesia, de verdad, o sólo estará poniendo más adoquines en ese camino.