También sirven algunas  encuestas para tratar de influir en el ánimo de quien las lee, elevándolo o  hundiéndolo, según el caso, porque consciente o inconscientemente, quienes las realizan, y sobre todo quienes las cocinan, les imprimen un sesgo muy a tenor del cliente que las encarga. Así sucede que,  a la hora de la verdad, la encuesta definitiva, la de las urnas, suele echar por tierra demasiados pronósticos. Y la gente asiste estupefacta elección tras elección, a errores de tal envergadura para los que, a toro pasado siempre hay una justificación y raras veces una excusa.

Acaban de publicarse en diferentes medios, muy significados obviamente por sus  simpatías, unas encuestas cuyos resultados no puede ser más distantes.  Bien es verdad que en La Razón y El Mundo se analizan elecciones locales y autonómicas, mientras que en Público se hace sobre intención de voto en las legislativas. Pero sus diferencias son tan abismales que resulta imposible darles crédito. Sobre todo teniendo en cuenta que, para una de las opciones políticas,  las próximas elecciones  del 22M son la antesala y el test de las generales del 2012. En cuyo caso, tratándose de una  misma foto,  la tendencia debería se r muy similar. Pues no; mientras que La Razón y El Mundo vaticinan el descalabro total del PSOE, Público adelanta una recuperación de los descalabrados que le aproxima al empate técnico.

¿A quién nos creemos?  Pues lo dicho, a ninguno.  Desconfiemos seriamente de ambos estudios porque hay demasiada carga de voluntarismo en ambos, poca enjundia científica y mucho tiempo por delante.

Nadie puede creer que, después de toda una legislatura dedicada a laminar la imagen de Rodríguez Zapatero por parte de sus adversarios políticos, su desaparición de entre los posibles candidatos no haya tenido ningún tipo de consecuencia en las encuestas. No nos lo creemos. Como tampoco podemos creernos que haya sida tanta la incidencia y, sobre todo, a tan corto plazo. Porque, a más largo, no tengan la menor duda de que el PSOE acortará significativamente las distancias. Sobre todo si el PP, tratando de cosechar votos de la extrema derecha, insiste en su descabellada y mezquina estrategia de utilización del terrorismo como arma electoral. Sería la tercera vez que tropezara en la misma piedra.

Paciencia. Esperemos el desarrollo de las campañas, escuchemos y valoremos ofertas (si es que finalmente las hay),  analicemos entones las opiniones de la gente y obremos en consecuencia.

Victoria Lafora es periodista y analista político