Como si fuese un recién divorciado, Mariano Rajoy va contando sus penas allí donde quieran escucharle. O donde deban escucharle, como ocurrió este miércoles en la presentación del libro de Luis de Guindos, donde no se permitieron preguntas de los periodistas y el presidente pudo explayarse en su monólogo.

Aprovechó Rajoy la ocasión para amenazar una vez más con las siete plagas que se avecinaban si él no era elegido para gobernar nuestros destinos durante cuatro años más: descrédito político, desconfianza en España, enajenación democrática e inseguridad económica. Un apocalipsis bíblico que, con su florido verbo, Rajoy resumió en una frase: “Estar sin gobierno es algo malo”.

Si Rajoy pasease por la calle, en vez de correr con los brazos y junto a imputados, quizás percibiese que los españoles de a pie no parecen especialmente preocupados por la falta de gobierno. En este año, más o menos, que llevamos sin gobierno, la vida parece seguir igual. Muchos siguen en la misma situación, demasiados siguen sin encontrar trabajo, en verano hace calor y ya hay una nueva edición de Gran Hermano en marcha.

Quizás la preocupación sea mayor entre los gerifaltes y los potentados que copan las portadas de ABC en una supuesta representación de la "España real" que clama un gobierno. Pero si aceptamos que la recuperación sólo llegó a las grandes empresas y no al bolsillo de los españoles, ¿por qué iba a preocuparle ahora al ciudadano medio los desvelos del IBEX 35?

Lo que sigue señalando el CIS, encuesta tras encuesta, como mayor preocupación, tras el paro, es la corrupción de los políticos. Y en ese sentido hay que reconocer que se vive mucho mejor con un gobierno en funciones que se pasa el día atribulado porque nadie le quiere.

Desde que vivimos en esta situación de interinidad todo han sido buenas noticias en lo que a corrupción se refiere. José Manuel Soria ha tenido que dimitir hasta en dos ocasiones (posible récord olímpico). El PP también tuvo que echar al bloque de concejales sospechosos del PP de Valencia. Y ahora le ha llegado el turno a su jefa, la exalcaldesa Rita Barberá, a quien le han hecho un De la Serna, diputado segoviano al que también se le apartó del grupo parlamentario con el Gobierno en funciones.

Quizás no tengamos Presupuestos Generales y debamos seguir aguantando la presencia y la Presidencia de Rajoy durante varios meses. Pero al menos nos ahorramos el bochorno público de los abrazos, los “yo te quiero, Alfonso, coño”, los “quiero un gobierno como el de Jaume Matas” y los “nadie podrá probar que no son inocentes”.