Algunos no la aceptaron. En casos como este los extremos se dan la mano. Entre los añorantes del régimen sanguinario anterior no se podía consentir que se proclamara la igualdad entre los ciudadanos, que no se distinguiera en derechos ni por el sexo, ni por la raza ni por la confesión religiosa, en caso de que la hubiere. Que el Estado se proclamara aconfesional -todavía no laico- fue un insulto para algunos privilegiados que bendecían el horror de la sangre por el simple hecho de pensar, de procurar ser humano por encima de todas las rejas que se imponían a este derecho tan básico que nos diferencia de otros animales.

El gran dictador
Entre los que hicieron ascos a la Constitución se halla Aznar. Este ser únicamente ve bien aquello que pueda ensalzarlo por encima del resto. Se considera más que rey o emperador. Él es un dios. Dios de sí mismo y de la grey que se hinca de rodillas ante su presencia. Cuando no es él quien mueve la varita mágica del 'ordeno y mando' se convierte en el más resentido y traidor que imaginar podamos.

Su 'dedocracia' puso de títere sucesorio a Mariano Rajoy Brey, el que si pierde los apuntes no sabe responder a la interrogación más sencilla e inocente acerca de 'su' ¿programa electoral?

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