Las terribles declaraciones de Enrique Ossorio sobre la superación del dolor por parte de las familias de los fallecidos por COVID en Madrid han sacudido a la opinión pública. Su falta de tacto y el posterior apoyo de su partido han roto una de las líneas de rojas de nuestra política: El respeto a las víctimas.

Sólo hay un límite: El dolor de los demás. La convivencia es un laberinto. Lo sabemos. La política, muchas veces, es el toro dentro de ese laberinto. Lo sabemos también. Pero hasta en esta arquitectura desconcertante, debería haber fronteras. Enrique Ossorio atravesó ayer todas las líneas rojas. En la rueda de prensa del Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid, al día siguiente de hacerse pública la estrategia de desgaste de Vox facilitando con su voto en la Asamblea de Madrid una comisión de investigación sobre las residencias de la región, Ossorio dijo: «Eso las familias ya lo han superado».

El duelo en Madrid dura lo que el número dos de Isabel Díaz-Ayuso quiera. 5000 ancianos murieron en la primera ola de la pandemia de coronavirus. El Gobierno regional negó el traslado de miles de personas mayores que eran residentes de residencias y los condenaron a vivir la enfermedad sin cuidados paliativos y aislados en sus habitaciones. Sus palabras no sólo han hecho daño a los familiares de aquellas víctimas de la pandemia, sino a toda la sociedad, que contempla, indignada, cómo la política sigue su camino de tecnicismos, deshumanización y frialdad.

«Evidentemente, la muerte de un ser querido nunca se supera, pero sí se ha superado la mentira de la izquierda, sin escrúpulos, que afirmó que se pudo haber evitado», escribió Ossorio en Twitter. No era una disculpa. Las disculpas no tienen matices. Las disculpas no disipan la responsabilidad. Las disculpas no son ni de izquierdas ni de derechas. Las disculpas son una gimnasia del corazón que él no piensa practicar. Porque su puesto, su traje y su corbata, están por encima de la ciudanía que le apoyó en las urnas.

Ojalá las palabras sirvan siempre para desenmascarar la mezquindad. Ojalá la política no siga cobijando a personas como el vicepresidente y portavoz de la Comunidad de Madrid, que antepuso los intereses de su partido, que antepuso su función, a su responsabilidad, a su sensibilidad y a la más mínima educación. Mal hace el PP queriendo culpar a la izquierda, o a cualquiera, de politizar el dolor. El dolor no es político, el dolor es. Sin más. Y la pérdida de un ser querido debería unirnos, y no separarnos. Yo no sé si el gobierno del PP en Madrid hizo bien o mal con su protocolo en pandemia. Deseo que sean los jueces los que dictaminen cuales son las responsabilidades de cada uno. Lo que pasó en Madrid en las residencias de ancianos durante la pandemia no está superado, al menos judicialmente. Hay 64 procedimientos abiertos, siete a instancias de la Fiscalía, según su Memoria de 2021. Se investigan homicidios y omisión del deber de socorro

Yo no sé si Ossorio es una buena o una mala persona, o si Díaz-Ayuso tomó decisiones con acierto o desacierto, bien o mal asesorada, con responsabilidad o no. Fue un tiempo confuso. Que los tribunales hablen por mí, porque allí es donde está el caso ahora y mal haríamos en juzgar lo que a fondo desconocemos. Pero lo que sí tengo claro es que declaraciones como las de Ossorio, y el apoyo cerrado de su partido, nada tienen que ver con la política que yo defiendo. La responsabilidad pública exige dignidad y decoro. Sensibilidad y paciencia. Entereza y comprensión. Sólo hay un límite, decía: El dolor de los demás. Cuando ni eso sabemos respetar, en mal sitio hemos dado a parar. La ciudadanía merece políticos, como mínimo, a la altura de su duelo.