El origen de los combustibles fósiles se halla en la materia orgánica que se ha ido depositando a lo largo de la historia bajo la corteza terrestre. Las sucesivas épocas geológicas fueron transformando a todos aquellos organismos (animales, plantas, hongos y el resto de seres vivos que poblaron este planeta) en sedimento de carbono.

De esa manera, las inmensas cantidades de biomasa que acumulaban los frondosos bosques de la prehistoria y las criaturas que habitaron todos los ecosistemas dieron origen a la turba, el lignito, las hullas y las antracitas, el petróleo y el gas con los que nos hemos calentado, iluminado o desplazado (entre otros usos) hasta hoy.

Podríamos afirmar que cuando pisamos el acelerador de nuestro coche de combustión, ya sea con un motor a gasoil o a gasolina, estamos quemando la memoria biológica del planeta. Por ello algunos expertos consideran que utilizar el petróleo para desplazarnos en automóvil ha sido un error, un capricho como el de darle caviar al gato, algo que las generaciones venideras nunca alcanzaran a entender.

Pero el verdadero problema que ha significado recurrir al uso de los combustibles fósiles como fuente de energía universal no está en la idoneidad o no de su utilización para según qué cometidos, sino en saber hasta cuándo vamos a poder permitirnos el lujo de seguir quemándolos para lo que sea.

Cuando pisamos el acelerador de nuestro coche, gasoil o a gasolina, estamos quemando la memoria biológica del planeta

Porque lo cierto es que el registro fósil de la materia orgánica que un día formo parte de la biosfera del planeta se está agotando de manera irreversible. En el caso del petróleo, según la mayoría de los expertos al ritmo de consumo actual, y una vez superado el peak-oil (el dato que marca la cumbre en las gráficas de las reservas mundiales) nadie se atreve a discutir que el petróleo accesible, ése al que se puede acceder de manera rentable, se agotará antes de finales de este siglo.

Por mucho que se anuncie el descubrimiento de nuevos yacimientos en Alaska, por mucho que se avance en los sistemas de prospección, lo cierto es que todo eso es pan para hoy pero hambre para mañana. Por eso en todos los círculos energéticos se insiste en la necesidad de cerrar la etapa del carbono y avanzar hacia las energías renovables y el aprovechamiento del hidrógeno.

El hidrógeno es el elemento más abundante del universo. Utilizado como fuente de energía, nos daría la posibilidad de acceder a un tipo de combustible prácticamente eterno, y como no contiene ni un solo átomo de carbono representa la mejor alternativa energética al uso de los combustibles fósiles en la lucha contra el cambio climático.

Para el economista norteamericano Jeremy Rifkin, uno de los mayores expertos en políticas energéticas de todo el mundo, “nos hallamos en los albores de una nueva economía basada en el hidrógeno que cambiará la relaciones sociales, políticas y de mercado tal como lo hizo el carbón al comienzo de la era industrial. La rapidez con que lleguemos a ella dependerá de lo decididos que estemos a abandonar el petróleo. La pregunta es ahora ¿a que estamos esperando?”.