Cuando en Andalucía se pide un tinto en un bar, la respuesta casi automática al otro lado de la barra es una pregunta: ¿Rioja o Ribera? Si se contrapregunta con ¿tiene alguno andaluz?, lo normal es una cara de sorpresa o extrañeza y, la excepción, que nos ofrezcan opciones autóctonas. Si, yendo más allá, el cliente inquiere por tintos de la provincia en la que está, el camarero o la camarera de turno puede incluso mostrar cierta incomodidad como si se le estuviera buscando las vueltas para ponerle en un aprieto.

En el caso de pedir un blanco la primera opción que se ofrece es verdejo, sin especificar orígen (¿sabrán que es una uva?), aunque ya se elaboran verdejos excelentes en la provincia de Córdoba, por ejemplo, sin irnos muy lejos. 

No ocurre lo mismo en otras comunidades como Cataluña, donde lo primero que se ofrece son los caldos locales de la provincia, luego los catalanes y, a continuación, los del resto del Estado.

Un viejo refrán español dice “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”, que en Argentina, Chile, Puerto Rico o Venezuela se enuncia como “la caridad empieza por casa”, y en Honduras se acota más: “por la propia casa.” Este es el argumento para defender lo hecho en Andalucía como nuestra primera seña de identidad a la hora de consumir y comprar productos de los que tenemos una gran variedad y a la altura de las mejores ofertas foráneas.

Además, apostando por los productos de proximidad contribuímos a la sostenibilidad económica y social de nuestra tierra y a la del planeta, sin olvidarnos de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El ejemplo inicial de los vinos lo podemos trasladar a las cervezas, porque las marcas locales andaluzas compiten duramente con la comercialización agresiva de grandes grupos sin fábricas en nuestro territorio.

En el ámbito de las ginebras, una de las bebidas espirituosas más consumidas, también podemos exigir marcas andaluzas porque la oferta es muy abundante. Incluso en bebidas de reciente introducción como la kombucha (té fermentado) hay ya marcas andaluzas con una buena penetración en tiendas.

La tierra que pisamos, la comida y la bebida son las señas de identidad primigenias que configuran nuestra personalidad cultural y Andalucía brinda una riquísima diversidad gastronómica que hay que reivindicar en la vida cotidiana, buscando y pidiendo lo hecho aquí.