La hostelería se ha venido arriba, el canal Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) está que se sale. Mantienen las normas fijadas en la pandemia que les benefician y ahora con la inflación han encontrado la coartada perfecta para subir los precios muy por encima del IPC e imponer todo tipo de condiciones y exigencias a la clientela.

La situación creada puede resumirse en el siguiente mantra: consuma usted lo que yo diga, cuándo y cómo yo quiera. Aquello de que el cliente es el rey ha sido sustituido por la norma no escrita del cliente sometido a todas las discrecionalidades y ocurrencias de la propiedad de cada establecimiento.

Hasta la pandemia había una notable homogeneidad de reglas respetadas por el sector, ahora se ha establecido de facto una desregulación en la que cada sitio impone su particular visión del negocio. El doble turno llegó y se ha quedado, muchos restaurantes no admiten ya reservas telefónicas e Internet es la única forma de conseguir mesa, salvo que nos acerquemos en persona a reservar. Pero si la web falla no asumen responsabilidad alguna.

En las terrazas, pedir un café o una bebida no alcohólica a determinadas horas no está permitido y si se insiste te dicen que pases al interior a tomártelo. Los zumos y las bebidas no carbonatadas o sin gas prácticamente han desaparecido. Y las opciones de bebidas sin alcohol se han restringido casi a cero, pese a que ya hay ginebras light  y 0º/0º de muchas marcas.

El panorama descrito es la norma en las zonas céntricas, concurridas y turísticas de todas las ciudades, donde abundan las cadenas y las franquicias. Es verdad que en los barrios y las periferias los bares regentados por familias o autónomos no han abusado y han repercutido lo estrictamente necesario para hacer frente a la subida de la electricidad y el gas, así como los precios de los alimentos.

En esta escalada de medidas contra los usuarios hay que anotar la supresión de las dosis pequeñas y la imposición de los volúmenes más grandes. En muchos sitios ya no sirven cañas de cerveza, solo dobles o tercios, porque no les compensa. Si las exigencias se ponen por escrito o se advierten con antelación, no hay nada que objetar. El problema surge cuando los clientes se enteran de ellas cuando ya están sentados y los perjudicados se tienen que sacrificar por educación y no romper la reunión.

La auditoría a la coyuntura del canal Horeca en España no puede olvidarse de las trampas de algunas cartas virtuales que antes de poder llegar al menú, nos intentan colar todo tipo de suscripciones no solicitadas. 

El maltrato a los usuarios no es exclusivo de los bancos, eléctricas, telefónicas y petroleras, ha calado en muchos otros sectores y todos se han apuntado a ver quien da la estocada más profunda. Y si pueden conseguir lo que ellos llaman “ayudas” si es para ellos; y subvenciones, si es para los demás, mejor que mejor.