Garantizar el acceso de todos al agua potable y de saneamiento puede parecer algo fuera de toda duda en una sociedad moderna y plenamente desarrollada como la nuestra, pero no es así, ni mucho menos.

Ante el escenario de incertidumbre al que nos conduce el cambio climático, todo aquello que dábamos por hecho, incluido el simple gesto de abrir el grifo y que salga agua potable y de saneamiento plenamente garantizada para su consumo, puede dejar de estarlo.

Por eso la ONU incluyó el acceso de todos al agua limpia y de saneamiento entre los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) que deben ayudarnos a transformar nuestro mundo en un lugar mejor para todos y en pleno equilibrio con el planeta.

El sexto objetivo de los ODS declara que “el agua libre de impurezas y accesible es una parte esencial del mundo en que queremos vivir”, sin embargo pese a que hoy en día existe suficiente para todos, lo cierto es que su reparto no es el adecuado, por lo que urge promover las políticas necesarias para garantizar que el acceso al agua sea un derecho humano cumplido en todo el mundo, tal y como establece la propia ONU.

El documento sobre los ODS anuncia que “para el año 2050 se espera que más de una cuarta parte de la población mundial viva en un país afectado por escasez crónica y reiterada de agua dulce”. Lo que no se atreve a decirnos la ONU y sí nos dicen los científicos de su Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC) es que muy probablemente las próximas sequías no afectarán tan solo a los países más pobres del mundo, sino que forzarán la capacidad de resiliencia de los servicios de aguas en los países más desarrollados.

En ese sentido, la Agencia Británica de Medio Ambiente alertaba durante la celebración del pasado Día Mundial del Agua (22 de marzo) que el cambio climático va a provocar unos veranos muchos más calurosos y unas lluvias menos predecibles en Reino Unido, lo que intensificará los efectos negativos de las sequías y acortará su período de recurrencia.

Debido a ello se espera que para 2040 más de la mitad de los veranos superen las temperaturas de la intensa ola de calor que asoló Europa en 2003 provocando más de dos mil muertes en aquel país.

Si a esa circunstancia unimos que para esa fecha la población pase de los actuales 67 millones de habitantes a los más de 75 millones previstos, buena parte de las principales ciudades del país, incluida la gran área metropolitana londinense, podrían ver amenazado el correcto funcionamiento de los servicios del ciclo integral del agua, incluido el abastecimiento urbano.

Para eludir ese riesgo y seguir avanzando hacia uno de los principales ODS, se hace necesario reforzar la colaboración entre administraciones, empresas y ciudadanos en la gestión y el uso responsable del agua y el cuidado del medio ambiente. Solo desde la cooperación y el conocimiento compartido podremos consolidar el acceso al agua como un derecho humano.