Dos meses y dos días tuvo el FC Barcelona para preparar la defensa tras decenas de informaciones sobre el caso Negreira. Una de las comparecencias públicas más esperadas. En las horas previas, había un tenue resquicio a la posibilidad de que Joan Laporta desfilara frente al foco mediático con un aluvión de pruebas documentales para lavar la enfangada cara del club. Pero lo que nos encontramos fue la escenificación del victimismo intrínseco al relato independentista, el mantra hooligan del Real Madrid como equipo del régimen y una colección de justificaciones grotescas, a brochazo gordo, para desviar el foco de lo importante y lo tangible; y junto a unas cajas que escondían un argumentario vacío. Patadón y tentetieso, utilizando un recurrente símil balompédico.

Las expectativas alcanzaron cotas inimaginables para lo que suele suponer una comparecencia del presidente de un club. Se entienden las razones cuando ese máximo representante de la entidad está arrinconado por un alud de informaciones que arrastran por el barro el buen nombre que se le presupone al fútbol español. De la noche a la mañana, lo que en cierto momento de la historia era una conspiranoia de unos señores con un gorro de papel de plata, se convirtió en un hecho más que posible. De la noche a la mañana, el balompié patrio se aproximó a los infiernos del Calcio italiano con el Moggigate, sin saber en qué quedará esto.

El FC Barcelona no había ofrecido una explicación razonable del bautizado como caso Negreira, pero también conocido en fueros virtuales como Barçagate. Un entramado que amenaza con enterrar a un fútbol español en cuidados intensivos, intoxicado por el virulento parásito de la corrupción. Durante 18 años -que se sepa- el club azulgrana, uno de los dos transatlánticos de nuestra liga, pagó un total de 7,5 millones al que hasta 2018 fue el vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira. Nombre que, por lo que fuera, no pronunció ni una sola vez Joan Laporta en su homilía ante unos periodistas que, si bien superaron las expectativas, dejaron mucho que desear. Pero eso es harina de otro costal.

Lo que concierne hoy es cómo un presidente, que se sabe intocable por los tiempos judiciales -no puede ser investigado porque ya prescribió-, no dice una sola verdad en una intervención que se supone han preparado durante más de 60 días. Laporta sale el lunes, en el Día D y la Hora H, en un intento desesperado no por esclarecer la controversia, sino por correr una densa cortina de humo sobre unos hechos que se consideran probados.

Campaña de desprestigio

Nada más arrancar su sermón, Laporta enseñó el camino que iba a transitar. Como no podía ser de otro modo, se aferró a la vía populista, a la de desviar la atención y señalar a agentes externos -indeterminados- como los responsables de la aguda situación de un club al que la economía y la justicia tienen contra las cuerdas. El caso Negreira es una “campaña de desprestigio”. ¿De quién? Entre otros, de los que no soportan ver los éxitos de un club que simboliza la “catalanidad”.

Mismo argumento que acuñó en su primera reacción, en aquella declaración institucional -por supuesto, sin preguntas- donde señaló que todo era una conspiración porque “nos estamos levantando” deportivamente. “No puede ser que se nos condene sin juicio”, dijo este lunes, en esa suerte de inmolación escenificada en el auditorio 1899 junto a cuatro cajas con el grana corporativo.

El germen del caso Negreira parte de una inspección rutinaria de Hacienda, no de una campaña de una mano blanca o invisible

Pero no. Por supuesto no responde a una campaña persecutoria contra la víctima desvalida de siempre. La primera información parte de las entrañas de Cataluña, aderezadas después por el impecable trabajo desde otros medios de comunicación como El Mundo o El Confidencial, a cuyos periodistas, por cierto, no se les cedió el turno de pregunta.

El germen del caso Negreira parte de una inspección rutinaria de Hacienda, que instó tanto al club como a la familia del ex número dos del CTA la documentación para justificar los pagos a dos sociedades instrumentales a su nombre. La directiva azulgrana, en un ejercicio desmedido de inteligencia, intentó deducirse los gastos al excolegiado, por lo que el fisco reclamó la documentación pertinente. Tras ello, en la declaración, el propio Enríquez Negreira sugirió que sus labores se enfocaban a conseguir unos arbitrajes “neutrales”, amén de admitir que no presentó informe físico alguno. De hecho, fue esta falta de soporte documental la que derivó en un acta de conformidad entre la Agenica Tributaria y el propio club, quien admitía el pago de una sanción administrativa como salvoconducto a posibles consecuencias penales. La entidad culé reconoció que las facturas emitidas no se correspondían con el servicio, por lo que se remitió el expediente a la Fiscalía.

Los informes del hijo: un ejercicio de trilerismo

 Esto conduce a otra derivada: los trabajos realizados por Javier Enríquez Romero. Laporta justifica durante su comparecencia que el verdadero prestador de los servicios no era José María Enríquez Negreira, sino su vástago. Efectivamente, Laporta aireó estos documentos como hecho probatorio de que el dinero se derivó a los asuntos justificados. Es decir, a labores de coaching, de análisis arbitrales e incluso de scouting.

Sin embargo, el ejercicio trilero del presidente del FC Barcelona se desvanece cuando, a raíz de las diversas informaciones publicadas por El Mundo, se prueba que el principal prestador de los servicios es Negreira y no Romero. Este último, de hecho, presentó informes sobre los árbitros que pitaban al Barça, pero lo hacía a través de un alto cargo, el fallecido Josep Contreras, quien se quedó con hasta el 50% de la comisión. Estos son los más de 600 documentos y 40 CDs a los que alude Laporta.

El relato falla cuando salen a la palestra los burofaxes, sobre los que no se atrevió a opinar, por cierto, el president. “No hablo por tercera personas”, esgrimió en numerosas ocasiones para regatear cuestiones más escabrosas que las preguntas-masaje por las supuestas denuncias a periodistas que “difaman” y “manchan” la imagen del club. El Mundo publicó que el ex número dos de los árbitros remitió dos escritos a las oficinas del Camp Nou cuando en 2018, Josep María Bartomeu, decide que ya no son necesarios sus servicios. Mención aparte, por la que ni siquiera se preguntó el lunes a Laporta, se merece que en ese mismo año, José María Enríquez Negreira es cesado de su cargo tras la victoria de Luis Rubiales en las elecciones a la Real Federación Española de Fútbol.

En aquellos burofaxes, Enríquez Negreira recordaba, entre amenazas, que recibió instrucciones de los presidentes a los que ha servido – el propio Joan Laporta, Sandro Rosell y Josep María Bartomeu-, que acordaba con ello su remuneración y que, además, suscribió un acuerdo con este último para seguir cobrando del FC Barcelona hasta terminar mandato. “Muchas veces las confidencias y favores trasngredieron de lo profesional a lo personal”, apuntó el excolegiado, quien después encontró acomodo en el Mundo Deportivo como analista.

Aumento de pagos a Negreira

Este punto era sustancial en la comparecencia de Laporta, pues durante su primer mandato se elevaron los emolumentos a Enríquez Negreira. Las empresas del excolegiado llegaron a cuadruplicar sus ingresos, así lo reflejó la auditoría que KPMG realizó al club en la temporada 2009/2010, con Sandro Rosell al frente del club. Según El Mundo, la firma advirtió al club de un incremento del 102% de los pagos a una sola de las firmas instrumentales del ex número dos de los árbitros, con el vago concepto de “grabación de partidos de la selección española absoluta y sub21”.

La hemeroteca y algunos árbitros han tirado por tierra los intentos de dibujar a Negreira como una suerte de florero en el estamento arbitral

Las explicaciones de Laporta se fueron por otros derroteros. Admitió el incremento de los pagos, pero lo justificó con base a un aumento exponencial del “trabajo”. “Hubo más competiciones”, comentó el presidente del FC Barcelona, quien reconoció las facturas a las empresas Dasnil y Nilsad por “labores de scouting”, que en principio están reservadas a los ojeadores propios del club.

La influencia de Negreira

Sobre el ambiente, aunque intentara ahuyentarla, sobrevolaba la figura de Enríquez Negreira y la pregunta del millón: ¿Qué influencia tenía en el CTA? ¿Y en los partidos? Dos aristas que desde el entorno mediático culé han repelido con relativa solvencia, pues la hemeroteca se ha encargado de tirar por tierra los intentos de dibujar una suerte de florero en el estamento arbitral. También algunos excolegiados han hablado de su poder en las decisiones de ascensos y descensos.

Así, de hecho, lo presenta la Fiscalía. En su denuncia, el Ministerio Público resalta que ambas partes “alcanzaron y mantuvieron un acuerdo verbal estrictamente confidencial” para favorecer al conjunto culé en el campo. Asimismo, esgrimen que entre sus competencias en el CTA estaba la de realizar “evaluaciones para ascensos y descensos de categoría de los árbitros, así como de la proposición de candidatos a árbitros internacionales”.

Efectivamente, como dijo Laporta, no se ha probado que el FC Barcelona comprara ningún árbitro, pero también queda acreditada la relación comercial con el que durante esos 18 años era mano derecha del presidente del CTA, Victoriano Sánchez Arminio. Es precisamente este asunto el que tanto a Hacienda como al Ministerio Público les induce a validar las palabras iniciales de Enríquez Negreira ante el Fisco: “Realizar actuaciones tendentes a favorecer al club en la toma de decisiones de los árbitros en los que partidos que disputase el club".

También queda perfectamente acreditado cómo la relación entre ambas partes se diluye en 2018. Una coincidencia, quizás, que resulta poco casual y sobre la que Laporta no se pronunció. Tampoco se le preguntó por ello en la rueda de prensa. Pero cabe señalar una vez más, que aquel año -concretamente en mayo- fue el último de José María Enríquez Negreira como vicepresidente del CTA. A partir de ahí, su figura carece de toda influencia en el estamento arbitral, aunque él lo intenta en varias ocasiones con los burofaxes amenazantes y su oferta para colaborar como asesor del VAR (videoarbitraje).