Ahora va a resultar que Isabel Díaz Ayuso es la garante de los derechos LGTBIQ en la Comunidad de Madrid. Después de estar dispuesta- sin necesidad, pues goza de mayoría en la Asamblea como para no necesitar a VOX-, a derogar las leyes autonómicas TRANS y LGTBI en vigor desde 2016 por exigencias de la ultraderecha de Santiago Abascal, unos días después se envuelve en la bandera multicolor y se hace “gay friendly”. Vox proponía derogar las dos leyes autonómicas trans y LGTBI vigentes para, entre otras cuestiones, dejar de reconocer la autodeterminación de género y librar de sanciones a las terapias de conversión y, a cambio, aparcar la polémica por la implantación del pin parental esgrimida recurrentemente antes de las elecciones regionales del 4-M. La nueva conversión de la presidenta madrileña no tiene nada que ver con su compromiso con los Derechos Humanos, ni el respeto a la diversidad, constitucional y legalmente establecida en nuestro país. De hecho, para contentar a la jauría de la ultraderecha, con la homófoba Rocío Monasterio a la cabeza, ofreció “modificar”, dichas leyes, eufemismo de mutilar y recortar derechos civiles, cuestión peliaguda que correspondería haber llevado al tribunal Constitucional de nuestro país. Sorprende en Ayuso, cuyas verborreicas declaraciones homófobas perlan las hemerotecas, como cuando no condenó el asesinato del joven Samuel Luiz, al que ni siquiera nombró por su nombre, negando que fuese un crimen de odio, argumentando “veo mal la inversión de la carga de la prueba, y acusar, sin motivos, como ha pasado con el chico de Galicia”. Aparte de la polémica desatada, y las manifestaciones en contra, lo que ha pesado en su cambio de postura no ha sido el respeto por la diversidad sino, más bien, los datos de sus asesores avisándola de la cantidad de votantes del colectivo LGTBIQ que la apoyaron en las últimas elecciones. Hago un apunte sobre esto: comprendo que haya a quienes les erotice que les agredan, les insulten, les vejen, les maltraten, allá cada cual con su intimidad y su placer pero, cuando se trata de derechos civiles y de derechos humanos, ser gay, lesbiana o trans, y votar a Isabel Díaz Ayuso o a Rocío Monasterio es como ser negro y del Ku Klux Klan. Hay terapeutas estupendos y terapias magníficas para salir de esa tendencia autodestructiva, y no me refiero a las torturas reconductuales que recomienda la señora Monasterio para los gays y lesbianas…

La señora Monasterio, cuyo partido ha tumbado los presupuestos del Ayuntamiento de Madrid del PP de Almeida por no conseguir privilegios parecidos contra la diversidad en la capital, y eso que Almeida, por primera vez, no colgó la bandera arco iris durante el orgullo para contentarlos, se despachó a gusto contra su supuesta socia y amiga Ayuso.  “Si defendiera la igualdad, no habría aprobado estas leyes de privilegio de género”, le espetó Monasterio, que se mofó de las protestas de “las cuatro activistas”, las menospreció, en sus redes sociales. “Usted defiende los privilegios de algunos a los que usted les tiene miedo”, le reprochó a Díaz Ayuso, “Y da un pasito para atrás, acobardada, y dice que no va a derogar las leyes”. “Cuando tienen que luchar contra el totalitarismo se quedan mudos, acobardados, y mirando al suelo, como están haciendo sus diputados. Esa es la realidad del PP”. Una vez más habría que explicarle a esta señora, después de ponerle la antirrábica, aunque creo que vamos tarde, que los derechos humanos no son totalitarios. Que totalitarios son los que los niegan y combaten como ellos y sus amigos de Hungría y Chequia.  

Mónica García, de Más Madrid, también intervino en el pleno, afeándole la tibieza de la “abstención”, frente al intento de derogar las leyes LGTBI por parte de VOX: “No basta con una abstención cobarde que claramente le ha arrancado el pueblo de Madrid con las movilizaciones. Uno no se abstiene ante la homofobia, cuando a un niño le están acosando en el patio de su colegio, cuando están pegando a una pareja de lesbianas en el metro, cuando llaman enfermos a nuestros amigos y a nuestros familiares” le argumentó.  “Por eso le exigimos que se opongan frontalmente. (...) Están poniendo en riesgo el mejor espíritu de Madrid. No queremos su agenda ultra”. Ayuso, desdeñosa como la reina castiza del “Trumpismo patrio”, como ha recalcado toda la prensa política internacional, se atreve a responder que “la izquierda se ha creído que la bandera arco iris es suya”. Ahora va a resultar que, el partido que se negó a la ley del matrimonio igualitario y la recurrió hasta el tribunal Constitucional, que se ha opuesto a todos los avances en derechos civiles sobre Identidad, que se ha abrazado a un partido homófobo y que degrada las instituciones como es Vox, va a ser el garante de la diversidad en Madrid. Está claro que, en tiempos de posverdad, o de verdades emotivas, que es como decir mentiras edulcoradas, esta versión de opereta de la “Libertad guiando al Pueblo”, con perdón de Delacroix, que se cree que es Ayuso, todavía nos tiene que dar muchas horas de vergüenza, e ignominia.