La sequía arrecia. A pesar de las últimas tormentas, la capacidad de nuestros embalses ha vuelto a descender hasta situarse por debajo del 44% de su capacidad. El año pasado por estas fechas rondaba el 60%. Según el Gobierno se trata del peor período de sequía de los últimos 25 años.

Por comunidades, la situación que atraviesa Castilla y León, donde los camiones cisterna han empezado a abastecer a buena parte de sus municipios, es especialmente grave. Los pantanos están ahora allí a menos del 38% de su capacidad, cuando según los datos de capacidad media de la última década deberían estar al 66% (en la misma semana del año pasado estaban al 73%). Y las perspectivas de lluvia a corto plazo no son demasiado esperanzadoras.

El mapa anual de precipitaciones de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) refleja claramente la situación que estamos atravesando. Las únicas comunidades que se están librando de la falta de lluvia son Illes Balears y Comunitat Valencia. En el resto el índice de precipitaciones es de normal a seco, resultando muy seco en puntos de Cantabria, Galicia, Castilla y León y la isla de Tenerife.

Por todo ello éste es el peor momento para hacer experimentos con la gestión del agua. Una gestión que, para resultar eficaz en tiempos de escasez, debe basarse más que nunca en el conocimiento compartido, el conocimiento del oficio a basado en la experiencia, la aplicación de los mejores recursos tecnológicos, la capacidad de innovación, el talento y el trabajo en red.

Estas son las principales herramientas para avanzar hacia un modelo que nos permita evitar la incertidumbre y asegurarnos el acceso cómodo, seguro y universal al agua potable y de saneamiento. Un modelo de gestión solidario y sostenible, basado en el uso eficiente del recurso y el compromiso con la sociedad y con el medio ambiente.

Un modelo que impulse y desarrolle la reutilización del agua para avanzar hacia su uso circular y que sea justo y beneficioso para todos y también para nuestro entorno natural.

Por todo ello sería deseable que los que intentan utilizar el agua para hacer política se abstuvieran de ello. Porque está claro que el agua no es una mercancía privada sino un bien común: un recurso natural fundamental para la vida al que todos tenemos el derecho de acceder y que entre todos debemos custodiar. Por eso ahora más que nunca debemos proteger su gestión del oportunismo y la demagogia.