En apenas un par de años el independentismo catalán ha realizado ya media docena de apuestas tácticas. Por ahora el resultado no es otro que el regreso a la primera apuesta, la del referéndum acordado con el Gobierno español, con todo cuanto ello comporta de aceptación de la legalidad vigente.

Que en un tan breve espacio de tiempo hayamos presenciado tantos giros tácticos es una demostración más que elocuente de la ausencia absoluta de una estrategia política con un mínimo de inteligencia y, sobre todo, de coherencia por parte del movimiento independentista. Claro está que esto tiene también cierto paralelismo, aunque sea en sentido inverso, con la ausencia total de estrategia política por parte del Gobierno del PP, cuya única táctica parece ser la de esperar que el secesionismo desaparezca como por arte de magia.  

No obstante, lo cierto es que la realidad política y social de Cataluña es la que es, con una sociedad dividida prácticamente en dos mitades idénticas, aunque siempre con una ligera mayoría no secesionista aunque partidaria de mayores cotas de autogobierno y, por encima de todo, de un sistema de financiación e inversiones públicas más equitativo. Lo demuestran no solo los datos de todas las encuestas conocidas durante estos últimos años sino muy especialmente los resultados de todas las elecciones celebradas durante todos estos años.

Con su nueva apuesta por un referéndum legal y acordado, asumida para sumar el apoyo de la confluencia catalana de Unidos Podemos liderada por Ada Colau y Xavier Domènech, en realidad se viene a dar la razón a quienes, como el PSC desde los tiempos de Pere Navarro y también ahora con Miquel Iceta, pero asimismo UDC desde la época de Josep Antoni Duran Lleida y aún ahora con Ramon Espadaler, defendieron a capa y espada esta opción incluso a costa de ser descalificados, menospreciados e incluso insultados por muchos de quienes ahora proponen esta fórmula.

Mientras el Gobierno del PP no concreta en hechos tangibles su actual voluntad de diálogo político con el Gobierno de la Generalitat, éste se encuentra condicionado por la CUP, sin cuyo apoyo parlamentario no puede sobrevivir. Pero la CUP poco o nada tiene que ver con lo que es y representa Junts pel Sí, la coalición gobernante en Cataluña creada por CDC y ERC con la incorporación de diversos grupos minoritarios y algunas personalidades independentistas.

Solo con el apoyo de la CUP existe una mayoría separatista en el Parlamento de Cataluña, aunque sea ésta una mayoría basada en una minoría de votos populares, del 47,8% de los electores. Al parecer, poco importa esto a una Cataluña ensimismada, que por ahora sigue aceptando los constantes giros tácticos de un independentismo al que el Gobierno de Mariano Rajoy no le regatea elementos de excitación emocional con una táctica basada hasta ahora solo en la permanente judialización de lo que es, guste o no, un conflicto político, social e institucional de gran envergadura.