Ahora que viajar es más difícil, la editorial Tintablanca sigue invitándonos a conocer algunas ciudades de todo el mundo desde las páginas de un libro, con ilustraciones y textos de escritores que las conocen bien.

La última ciudad elegida es Barcelona, sumándose a Nueva York, Madrid, París, Londres, Roma y Berlín, ciudades a las que ya se consagraron sendos títulos. El escritor Carlos Zanón es quien hace suya la ciudad condal y la retrata con una mirada íntima, y la artista Lara Costafreda se ocupa de las ilustraciones, reflejando el lado cosmopolita en permanente sensación de cambio.

Barcelona es, para Carlos Zanón, una “ciudad mestiza y tradicional, multicolor, fronteriza, ensimismada, bilingüe, clasista y siempre humana, pura carne sudada bajo el perfume caro o la colonia barata, corazón y huesos”. Para él, “con Barcelona uno no puede enfadarse mucho tiempo porque todo lo bueno o malo que hace es sin intención, ni voluntad. Nerviosa y electrificante, golfa, pirómana y asustadiza, adicta al romanticismo de salón, la épica wagneriana y el folletín sin final de novela burguesa.”

Entre otras curiosidades que incluye Tintablanca Barcelona están los búnkeres situados en el Turó de la Rovira, en el barrio del Carmel, actualmente itinerario turístico y que ha sido hasta hace poco un lugar desconocido incluso para los propios barceloneses: pero nunca hubo realmente búnker alguno, pero sí una batería antiaérea instalada para evitar los ataques de la aviación fascista italiana que estrenaba el llamado bombardeo de alfombra.

La obra recuerda también que la expansión demográfica medieval convirtió a Las Ramblas en camino de ronda y, con los años, acabó en frontera entre la vieja y la nueva Barcelona. Desde el siglo XV fue lugar ideal para mercado y para pasear. Muchas de las plazas a un lado y otro de Las Ramblas –plaza Real, plaza Duque de Medinaceli– así como otros espacios –el mercado de la Boquería o el Liceo– son resultado de la desamortización de bienes eclesiásticos del siglo XIX de Mendizábal y Madoz. Los nombres que aún se conservan de las diferentes ramblas remiten a esos conventos e iglesias.

Marsé dio un personaje literario que trascenderá a su propio autor: Manolo Reyes, alias Pijoaparte. El autor diseñó el argumento de su novela Últimas tardes con Teresa durante su estancia en París, donde daba clases de español para las hijas de un pianista español emigrado que, por cierto, alucinaban con las historias que Marsé recordaba, inventaba y exageraba sobre El Carmel.

Mucha gente acabó por vivir en el antaño barrio de pescadores al conseguir trabajo en la fundición metalúrgica Nueva Vulcano, la constructora de maquinaria pesada La Maquinista Terrestre y Marítima o la fábrica Pfeiffer de maquinaria agrícola. Decían que allí la ciudad nunca dormía.

En 1834 se construyó la primera plaza de toros de Catalunya, la plaza del Torín y la famosa Escuela del Mar, que la aviación fascista italiana, en apoyo del bando nacional, destrozó. A los pies de la Villa Olímpica yace el Somorrostro, zona barraquista por antonomasia, lo que ahora queda entre el actual Hospital del Mar y la playa de Bogatell. Enclave militar y anteriormente de pescadores, instaló durante la Exposición Universal de 1888 la Sección Marítima. En 1913 nació la bailaora universal Carmen Amaya.

En una ocasión, una tempestad arrojó a una ballena a la playa y solo la policía pudo evitar que el barrio en pleno se lanzara cuchillo en ristre sobre el cetáceo. Unos años después desmantelaron el barrio para que la Sexta Flota de los Estados Unidos hiciera, dentro de la Semana Naval, una demostración de desembarco.

El afamado Gaudí contó con un excelente equipo de colaboradores dado que sus encargos excedían su capacidad de trabajo. Uno de sus principales mecenas, y amigo íntimo, el industrial Eusebi Güell, quedó prendado de una vitrina realizada por Gaudí para la guantería Comella, que se exhibió en la Exposición Universal de París del 1878.

La Capilla de la Colonia Güell o el Parque Güell son fruto de esa admiración al arquitecto. Las virtudes en vida y la ejemplaridad en el trabajo de un hombre de profundas creencias religiosas, son algunas razones para el proceso de beatificación de Antonio Gaudí, actualmente reconocido como Persona Venerable.

En San Felipe Neri estaba la cárcel de los Renegados y perseguidos por la Inquisición. Llegó a recibir el nombre de Fossar dels Condemnats: allí se enterraban los cadáveres de aquellos que habían sido ajusticiados en la horca y, durante un tiempo, también los verdugos, los dementes, los ladrones, los delincuentes o los acusados de brujería. La plaza tiene la iglesia que lleva su nombre, un templo barroco del XVIII. Antonio Gaudí, el hombre que se volcó en la construcción de la Sagrada Familia tras la muerte de sus allegados.

El genio creativo que consagró sus últimos años a este templo adelantado a su tiempo. El modernista que no caduca, y que seguimos admirando, iba ataviado con ropas viejas cuando fue arrollado por un tranvía. Por su aspecto de mendigo tardaron en socorrerle. Lo hizo un guardia civil que subió al supuesto indigente a un taxi y que ordenó el traslado del cuerpo malherido al hospital de Santa Cruz. Falleció solo unas horas después de que fuera reconocido como Antoni Gaudí. El arquitecto andaba distraído aquel 10 de junio de 1926. Se dirigía a rezar, y a hablar con su confesor, a la iglesia de San Felipe Neri.