Casi treinta años lleva Celia Sánchez-Ramos analizando los efectos que puede tener en nuestros ojos la sobredosis de pantallas; en concreto, pone el foco en cómo nos afecta la luz que éstas irradian. Por el camino y como resultado de sus pesquisas, esta científica, que es (agárrense) inventora, doctora en Medicina preventiva, Salud Pública y Ciencias de la Visión, profesora de la Universidad de Complutense y presidenta de la start-up Alta Eficacia Tecnología, ha creado (agárrense otra vez) dieciocho familias de patentes, como filtros para lentes de contacto o pantallas de ordenador, cuyo fin común es protegernos la vista esas diez horas que somos capaces de pasar al día pegados al móvil, la tableta o el ordenador.

Le han llovido los galardones: en 2009, la Organización de Naciones Unidas (ONU) la eligió Mejor Inventora Internacional; en 2010, en Ginebra, se la reconoció con el Gran Premio Internacional de Invenciones por el Método y dispositivo de reconocimiento biométrico mediante córnea, y era la primera vez en cuarenta años que una española se alzaba con el premio; en 2012 se invistió doctora Honoris Causa por la Universidad Menéndez – Pelayo.

Durante la pandemia, Sánchez-Ramos ha formado parte del equipo de estudiantes, personal y profesores de la UCM que se han volcado en la lucha contra la COVID-19; en su caso, haciendo al día 500 tests PCR en residencias de mayores. Hablamos con ella.

Lo de dedicarse a los ojos le viene de familia, ¿no? Mis padres pusieron una óptica en 1974. Mi madre quería autoemplearse, aunque en principio había pensado en abrir una librería. Pero mi padre, años antes, había estudiado en el Instituto de Óptica Daza de Valdés, con cuarenta y tantos, cuando ya era coronel del ejército y mientras que sus compañeros eran veinteañeros. Así se inició el negocio, y luego, mi hermana Begoña y yo nos pusimos a estudiar Farmacia, y en tercer curso combinamos esos estudios con Óptica. Entonces no era tan fácil hacer dos carreras a la vez, porque había que pedir permiso a los directores de ambas; era lo que se llamaba ‘simultaneidad de estudios’. Además, uno de los centros estaba en San Blas y el otro en Ciudad Universitaria, donde todavía no había metro. Teníamos que hacer una mini excursión cada día.

¿Ya desde el principio quiso ser inventora? No recuerdo que quisiera ser específicamente inventora, pero lo que sí fue muy vocacional fue estudiar y formarme en materias de ciencias. A todas las hermanas mayores de mi casa nos gustaba la química, la física… Y lo que también he querido siempre es dar soluciones a problemas existentes, eso sí creo que lo llevo en la genética.

Ahora investiga en la Universidad Complutense. Sí, el cien por cien del tiempo.

¿Cómo eran sus días de trabajo antes del confinamiento? ¡Y esperemos que después! Suelo empezar a trabajar temprano, sobre las 8.30 estoy ya en la Universidad o trabajando desde casa. Durante toda la mañana estamos en el despacho, y a partir de las 16h o 16.30h, me dedico a la docencia. Usamos casi siempre el animalario de la Facultad de Medicina para experimentación en animales, aunque ahora mismo estamos colaborando con el de la Universidad de Alcalá de Henares. También desarrollamos experimentación con personas, ya sea en la Facultad de Óptica o, a veces, desplazándonos a empresas u hospitales.

En 1993 defendí mi primera tesis doctoral, y ya fue sobre el uso de pantallas de ordenador en jóvenes universitarios, estudié el exceso de luz y cómo ubicar un filtrado

La ONU la ha premiado dos veces, por sendos inventos. Sí, obtuve dos años seguidos premios importantes: en 2009 me destacaron como la Mejor Inventora Internacional, y obtuve también el galardón a la mejor patente por un filtro óptico en lentes de contacto para evitar el daño en la retina por exceso de luz azul. En aquel momento no hacíamos un uso tan intenso de los móviles, pero la verdad es que ya me había dado cuenta de la importancia que iban a tener, y me interesé por la reacción de los ojos frente a las pantallas; es más, en 1993 defendí mi primera tesis doctoral, y ya fue sobre el uso de pantallas de ordenador en jóvenes universitarios, estudié el exceso de luz y cómo ubicar un filtrado. Y un año más tarde presenté, en el mismo foro (que se celebra en Ginebra), una manera de reconocer a las personas mediante la superficie interna de la córnea, que digamos que es una de las lentes que tenemos en el ojo, una especie de lente de contacto ubicada delante de todo, y existen instrumentos que, sin tocar a la persona, pueden apreciar su topografía respecto a una esfera, que es diferente en cada uno, de tal forma que esos datos pueden convertirse en las llamadas minucias en biometría, que permiten determinar quién es quién. En ese caso, la Organización Mundial de la Propiedad Industrial, dependiente de la ONU, nos concedió el premio al mejor invento. Pero lo que también me concedieron ese año fue el Doctor Honoris Causa por la Universidad Menéndez Pelayo, que es el mejor regalo que me han hecho en mi vida académica, porque es un reconocimiento por la transferencia de conocimiento a un producto que puede ser útil y existente en un periodo de tiempo relativamente corto, entre diez o doce años, que puede parecer mucho pero entre que tienes la idea, se prueba el material, se patenta y se encuentran fabricantes que quieran cambiar su línea productiva para incorporar un tratamiento nuevo, se invierte mucho tiempo. Hoy, en todas las ópticas y muchos establecimientos de España puedes pedir este tratamiento. Pasa lo mismo con nuestros protectores de pantalla, se pueden comprar en centros comerciales, Internet… Es muy gratificante.

Las intervenciones por cataratas se han adelantado entre cinco y ocho años por la incidencia de luz tan constante, tan energética y durante tantos años en el fondo el ojo

¿Es muy dañino el uso intensivo que hacemos de las pantallas de ordenador, tabletas, móviles…? Cada vez más. Y con el confinamiento hemos estado especialmente rodeados de ellas; yo, por ejemplo, he estado dando las clases por videoconferencia, a veces hasta quito el vídeo para oír, simplemente. Hay un exceso de luz que, necesariamente, tiene que atravesar toda la estructura del ojo: la esclera, la conjuntiva, el iris, la córnea, el cristalino… Las intervenciones por cataratas se han adelantado entre cinco y ocho años por la incidencia de luz de las pantallas, tan constante, tan energética y durante tantos años en el fondo el ojo, que genera un exceso oxidativo que puede dar lugar a daños retinianos en la zona más perfecta de la retina, que es la mácula. Y eso es lo que queremos evitar haciendo que esa zona de la luz no alcance la retina, el cristalino ni el resto de las estructuras oculares, con unas investigaciones que han dado lugar a ocho familias de patentes, cinco de las cuales se comercializan ya. También hay otros productos específicos como filtros especiales para soldadores, adaptados al tipo de luz que miran.

Esto forma parte de su programa Ceguera Evitable. Todo lo que tenga que ver con evitar la falta de visión. Por ejemplo, ahora me preocupan mucho los fármacos fotosensibles: qué ocurre cuando te tomas un medicamento y no sabes que es fotosensible, y puede perjudicarte. Vivimos en una región con mucha luz, y a esa luz natural, y a la artificial, además le añadimos la luz de las pantallas. Hay que protegernos.

Así como se ha hecho una labor extraordinaria en odontología, falta hacerla con el cuidado de la vista

¿En España nos cuidamos los ojos? Nada. Es una pena, pero no creo que sea solo un problema de España. Nos los cuidamos muchísimo solo cuando los tenemos mal. Yo, a veces, he preguntado en clases de ochenta alumnos si a alguno le ha dolido alguna vez una muela, y en general son muy pocos, porque la higiene bucal sí la llevamos a rajatabla; es raro el niño que sale hoy a dormir a casa de un amigo sin llevarse el cepillo de dientes, y eso, cuando yo era pequeña, no sucedía. Y así como se ha hecho una labor extraordinaria en odontología, falta hacerla con el cuidado de la vista, que requiere muchísima educación cultural. Son para toda la vida, como decían nuestros abuelos, combinan estructuras como la retina o el nervio óptico, parte del Sistema Nervioso Central, procedente de estructuras que no van a regenerarse, y alberga el acto periférico y reflejo, y eso les concede mucha importancia pero también los hace vulnerables. Solo en el momento en el que, por cualquier motivo, notas que una mañana que no ves bien y puede haber una disfunción, te entra mucho miedo y te lo miras.

En el Método Alta Eficacia, la start up de base tecnológica de la Universidad Complutense de Madrid que comercializa productos como las lentillas que ha mencionado, valoran la visión de una forma muy integral. Sí, estructural y funcional. Se analiza la percepción del color, del contraste, si hay opacidades como cataratas o si se trabaja la respuesta al deslumbramiento. Eso nos permite conocer cómo están los ojos y hacer un seguimiento.

Hay una competitividad tremenda para las plazas de ayudante o doctor, y encima son plazas solo para cinco años

¿Es difícil hacer carrera científica en España? Requiere una formación brutal. Los jóvenes predoctorales, en los casos que yo conozco, que tienen unas calificaciones extraordinarias en grado, máster y ahora son alumnos de doctorado, tienen sueldos de 1.040 euros. Estabilizarse en la vida académica con estos ingresos es muy complicado. Además, hay una competitividad tremenda para las plazas de ayudante o doctor, y encima son plazas solo para cinco años. Algunos demandamos que el doctorado sea el último ciclo, y que tenga más salidas en el mundo empresarial, como ocurre en Alemania o Inglaterra. El hecho de ser doctor, para cualquier actividad, es un valor añadido, es un aprendizaje por sí mismo interesantísimo, y te da una visión diferencial a la hora de afrontar proyectos.

¿Valoraremos más a los científicos tras la crisis del coronavirus? La sociedad siempre ha valorado bien al científico. A pesar de tener en la cabeza a un señor de barba quizá un poco ido, en las típicas encuestas sale valorado en primer o segundo lugar, junto con los médicos. Hemos ido dando pasos poco a poco; por ejemplo, la incorporación de las mujeres ha sido importante en los niveles universitarios. La docencia no universitaria ha sido siempre de mujeres, pero en la universitaria nuestra presencia ha crecido últimamente, especialmente en determinadas áreas: por ejemplo, en las sanitarias. Lo que sí puede haber evidenciado esta crisis es la necesidad de la ciencia, porque la ciencia es avance. Si no estudiamos, no esterilizaremos el agua ni haremos cosas que son vitales, y si no hallamos una vacuna contra la COVID-19, no evitaremos la enfermedad. Eso creo que sí es un punto de inflexión, el coronavirus ha cambiado la mentalidad de la sociedad española a favor de invertir (que no gastar) en ciencia, pero me sigue preocupando el exceso de burocracia que ralentiza los procesos. Va a haber más financiación, pero en la parte administrativa seguimos teniendo muchas trabas, nos sigue ocupando un veinte o treinta por ciento de nuestro día el papeleo. Quema mucho, agota mucho. A veces, si necesitas una linterna, acabas pagándola de tu bolsillo, porque no es operativo lo que tardas en recibir la financiación.

El jefe me llamó para decirme que no me podía apoyar ante el tribunal porque otro candidato era padre de familia. Yo me fui alucinada. Ese profesor no era padre de familia, y yo sí era madre de familia

¿Es igual para las patentes? Es igual. Durante un periodo, las patentes que presentaban las universidades no tenían coste en cada país, en nuestro caso en España. Pero luego ha seguido teniéndolo, y es un coste muy elevado que tienes que asumir durante toda la vida si hay producto. Eso paraliza mucho, y las universidades no tienen fondos para transferencias en este sentido.

Mencionaba hace un momento la desigualdad de género en la Universidad. ¿Usted la ha sufrido? Cuando me preguntaban eso los periodistas, yo, que soy por naturaleza muy optimista, decía que no. Pero sí tengo una anécdota real y grave, que me ocurrió cuando oposité por primera vez, un 6 de febrero de 1989. Yo estaba embarazada de seis meses de mi segundo hijo. Se presentaba otro profesor que trabajaba codo con codo conmigo, y era mayor que yo, que tenía 29 años en ese momento. Y nuestro jefe me llamó para decirme que no me podía apoyar ante el tribunal (se les pedía su opinión) porque otro candidato era padre de familia. Yo me fui de ese despacho alucinada. Ese profesor no era padre de familia, y yo sí era madre de familia. Fue una discriminación, y hasta el 14 de julio de 1994, cinco años después, no volví a opositar y aprobé; ya era profesora titular interina. Bien es cierto que entiendo que en esos pocos años mejoró algo la cosa, porque no se volvió a mencionar el tema de la maternidad.

Me he obsesionado con la infección de los ojos por el coronavirus. Puedes llevar mascarilla, pero si no llevas gafas, te puede llegar a la conjuntiva el virus

¿Ahora qué tiene entre manos? Estamos analizando los excesos de luz que tienen ciertos sitios de ocio infantil, y también estamos trabajando en desinfección con luz, sobre todo desinfección de líquido. En especial se hace con radiación ultravioleta. La universidad se cerró el 9 de marzo, y el 10 quitaron las luminarias que usábamos para desinfectar bacterias, combinando luz con otro tipo de radiación. La idea es promoverlo para sitios donde haya posibilidades constantes de infección: por ejemplo, las zonas de cocina del comedor de un colegio, donde se corta la verdura, el pollo… Y me he obsesionado también con la infección de los ojos en el coronavirus. Puedes llevar mascarilla, pero si no llevas gafas, te puede llegar a la conjuntiva el virus. Y la gente, cuando le dices que no se toque la cara, lo asocia más a no tocarse la nariz y la boca, no los ojos. La revista Lance ya habló de ello. Hemos estado trabajando en residencias de ancianos durante la crisis, y habíamos pensado analizar si, los que han dado positivo, están infectados en la conjuntiva.

Con su equipo de la Universidad ha estado trabajando en el ojo del huracán de la pandemia. Bueno, más en la retaguardia. Hemos estado haciendo unas quinientas PCR diarias en residencias de mayores. Un grupo bastante veterano de la universidad pensamos en ir a estos centros desde muy pronto, al darnos cuenta de que ese sector de población era el más afectado. Fue a mi compañero José Manuel Bautista al que se le ocurrió utilizar los equipos que tenemos en la Complutense, para que no se quedasen en la universidad, encerrados, habiendo tanta necesidad en los hospitales. En esta charla cuento cómo lo gestionamos. Contactamos con el Gabinete del Ministro para que nos autorizara, buscamos financiación y pedimos voluntarios, y se apuntaron nada menos que 9.420. Fue muy gratificante y muy bonito ver tanta disposición y generosidad. Creo que tenemos que devolver a la sociedad lo que nos ha dado. Yo he tenido mucha suerte con mi formación. Me he dejado la piel, es cierto, pero seguro que mi abuela también lo hizo sin tantas oportunidades.