Ya lo advirtió el pasado mes de mayo: la temporada de huracanes en el Atlántico, que comienza oficialmente el 1 de junio y termina el 30 de noviembre, iba a ser (y lo está siendo) muy activa. Hasta la fecha, llevamos 15 tormentas (ahora mismo se está formando Ophelia, y se espera que se convierta en huracán), de las que 9 se han convertido en huracanes, y de los que cuatro han sido superiores a 3 en la escala Saffir-Simpson: María e Irma (categoría 5) y José y Harvey (categoría 4). Ahora, tras la devastación de Harvey, el Centro Nacional de Huracanes, que depende de la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA), y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), han reconocido en un comunicado que con el cambio climático estos fenómenos pueden ser más intensos, y tener efectos más graves.

Más calor, más lluvias

Así, dicen los miembros de las mencionadas organizaciones, en un ciclón como Harvey, es probable que las cantidades de lluvia sean más altas de lo que hubieran sido de otra manera, con un clima más templado, ya que las temperaturas elevadas son uno de los efectos más evidentes del cambio climático. Si las aguas superficiales del mar tienden a calentarse, se pueden dar condiciones para el fortalecimiento de los huracanes. Así, Irma alcanzó vientos máximos sostenidos de hasta 295 km/h y la fuerza del oleaje que provocó fue tal que su señal fue detectada por los instrumentos usados para medir terremotos. La actual temporada de huracanes pasará, además, a la historia por la cantidad de tormentas con nombres que han llegado a huracanes de forma consecutiva. Han sido nueve, de Franklin a Nate, pasando por Irma, José y María. Ha sido la segunda vez en los registros del Atlántico (la anterior fue 1896) con tres huracanes tan duraderos (9 días) en una temporada. En 2017 ha habido 17,75 días de grandes ciclones, más que en 2005.

¿Habrá que ampliar la escala que mide los huracanes?

Los vientos tan potentes que desplegaron algunos de estos últimos ciclones, como Irma y María, ayudaron a reabrir el debate sobre si hay que ampliar la actual escala que mide los huracanes, la escala Saffir-Simpson, que data de 1969. La categoría 5, la máxima en la escala actual, se refiere a una velocidad del viento superior a 250 kilómetros por hora. Irma lo rebasó y mucho, llegando casi a los 300 km/h y Allen en 1980 llegó a 305 km/h, mientras que en el Pacífico el tifón Haiyan (2013) y el huracán Patricia (2015) dejaron vientos de más de 315 km/h el primero y 345 km/h el segundo.