El Estado de Alarma que se ha decretado para afrontar la pandemia de la Covid-19 nos ha obligado a echar la llave y confinarnos en casa. En muchas redes sociales, en los medios de comunicación y en las esferas institucionales están calificando el encierro como cuarentena, si bien la OMS reserva la expresión para los días que se recomienda que permanezca aislada una persona infectada con coronavirus o alguien que crea estarlo, para evitar contagiar a otras. Y, pese a lo que pueda parecer, no son cuarenta días lo que establece: ha estimado que la incubación del COVID-19 son 14 días.

¿De dónde viene entonces la referencia? El Diccionario de la RAE nos da una pista: “Pese al origen de la palabra, el tiempo que dura una cuarentena puede variar según el caso. Una de las acepciones del Diccionario de la lengua española del término cuarentena es la de aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”. Esta es la nuestra, parece. El tiempo que permanezcamos en casa será variable, dependerá de lo que vayan disponiendo las autoridades sanitarias y lo que valide el Congreso de los Diputados. “Aun así, en su origen las cuarentenas sí eran de cuarenta días; de ahí su nombre”, nos vuelve a advertir el diccionario. “Parece que durante la epidemia de peste negra en el siglo XIV se mantuvieron aislamientos de cuarenta días cuya duración se fijó en recuerdo del número de días que pasó Jesús en el desierto”, explica como origen.

También la enciclopedia Británica remite a ese punto de partida para la expansión de esta práctica y la expresión que la define: a la peste negra, “una de las mayores pandemias de la historia de la humanidad, con una cifra de muerte que los expertos estiman en alrededor de los 200 millones”. Las autoridades adoptaron la medida de aislar a los enfermos para contener la propagación de contagio, y entendieron que cuarenta días era “un plazo suficiente para notar señales de infección y brote”. Así, el reconocimiento de que las enfermedades podían ser contagiosas, transmitidas de un individuo a otro, condujo a menudo a adoptar medidas diseñadas para aislar a las personas o comunidades infectadas. “El miedo a la lepra, por ejemplo, provocó una amplia adopción de las medidas de control establecidas en Levítico 13, a saber, el aislamiento de los infectados y la limpieza o quema de sus prendas”, recuerda la Británica.

Entre tanto, en Venecia (Italia), “cuando se detectaba una posible amenaza entre los pasajeros que llegaban en una embarcación, ésta se quedaba totalmente bloqueada y no se permitía el ingreso a tierra hasta que no transcurrieran esos cuarenta días”, con sus cuarenta noches. Todo ello ocurrió a raíz del crecimiento del comercio marítimo, y después de que se detectara que la peste se introdujo a través de los barcos que regresaban del Levante. En 1423, Venecia estableció su primer lazaretto, o estación de cuarentena, en una isla cerca de la ciudad. El sistema veneciano se convirtió en el modelo para otros países europeos y en la base del control generalizado de la cuarentena durante varios siglos.

En el siglo XVI, el sistema se amplió con la expedición de certificados que indicaban los puertos que estaban libres de enfermedades. Los certificados limpios daban derecho a utilizar el puerto de manera gratuita y sin cuarentena. La cuarentena se extendió más adelante a otras enfermedades además de la peste, especialmente la fiebre amarilla, que se expandió con el crecimiento del comercio estadounidense, y el cólera, que se asoció con las peregrinaciones a La Meca.

A mediados del siglo XIX, la práctica de la cuarentena se expandió más de la cuenta, y comenzó a utilizarse de manera arbitraria. “Hubo casos de aplicación perversa y burocrática de las regulaciones de cuarentena”, sostiene la Enciclopedia Británica. “La desinfección de las cartas y la búsqueda de documentos constituía a veces una excusa para el espionaje político, y se aprovechaban las oportunidades de soborno y corrupción”.

La insatisfacción general con la práctica de la cuarentena llevó a la convocatoria de la primera conferencia sanitaria internacional en París en 1851, aunque tuvieron que pasar otras cuantas para regular las cuarentenas. Los avances de la medicina las hicieron cada vez menos necesarias. Hasta hoy, cuando se practican de manera mucho más flexibles y menos extensivas.