Seguro que estos días estáis oyendo y leyendo noticias sobre la crecida del río Sena. Cómo una de las ciudades emblemáticas del continente contiene la respiración mientras mira el nivel del río por al ventana. Miles de personas evacuadas y numerosas infraestructuras inservibles es el balance hasta el momento. Pero hay otros damnificados. Las ratas parisinas.

Ratas en la basura

A espesas de conocer si entre ellas se encuentra alguna cocinera, lo cierto es que los roedores urbanos parisinos están huyendo como tales. La subida del nivel del agua ha anegado, también, sus madrigueras y ahora campan a sus anchas por la superficie. Los escasos dos metros de cubierta de asfalto y tierra que el Sena aún no ha reclamado. Hace unos días, unos operarios de limpieza de la capital francesa abrieron rutinariamente un contenedor de basura. Lo que vieron les provocó tal susto que tuvieron que agarrar sus móviles e inmortalizar la escena. Cientos de ratas pardas se debatían en el interior, entre el confort provocado por la abundancia de comida y el calor generado por sus propios cuerpos y la fermentación de los restos orgánicos.

Ratas buenas

Enseguida diversos expertos han llamado la atención no tanto sobre el número de ratas y los problemas de toda índole que eso puede crear. Más bien hacen hincapié en los beneficios que los roedores pueden tener para una gran urbe. No solo porque acaban con decenas de toneladas de basura, también mantienen a raya a otros invasores urbanos como las cucarachas y colaboran en desobturar tuberías atascadas. Por el contrario proponen racionalizar el número de ejemplares. Para una ciudad como París, un censo de ratas de una per cápita es insostenible. Por ello instan a reforzar el alcantarilla con hormigón, entre otras medidas que ayudarían a controlar la población de ratas.