Es una batalla de lo más encarnizada en hogares donde hay niños: padres y madres le piden a sus hijos que dejen el plato impoluto, que no se levanten hasta que se acaben el último guisante. ¿Tiene sentido? Son muchos los nutricionistas que dicen que no. Que, como norma general y salvo excepciones, no se debe obligar a comer.

Según una investigación de la Universidad de Michigan publicada en la revista Appetite y de la que se hizo eco Newsweek, obligar a los niños a comer alimentos que no disfrutan podría generar tensión en las comidas y dañar la relación padres-hijos, y a cambio, ni siquiera mejoraría sus hábitos alimenticios. Julie Lumeng, Directora del Centro para el Crecimiento y el Desarrollo Humano de la UM y médica del CS Mott Children's Hospital, que participó en este estudio que analizó a 244 niños entre 21 y 27 meses, “no existe evidencia de que presionar a los niños ayude en nada”.

Así, a su juicio, si un niño no quiere comer lo primero que se debe descartar es que la causa del rechazo sea un problema de salud, porque “los trastornos alimenticios con consecuencias en la nutrición ocurren solo en el 1 ó 2% de los casos”, señala la doctora, que advierte de que las presiones que los padres suelen ejercer para que coman sobre se deben a falsas percepciones sobre la comida o patrones de alimentación erróneos.

La especialista sí especifica que en los lactantes sí pueden existir dificultades cuando se realiza la transición de la alimentación semisólida a la sólida, que a menudo deriva de incorporar tarde a la dieta de los niños los alimentos sólidos, debido al miedo de muchos padres a que sus hijos se atraganten.  

En una investigación previa, de 2013, de la Universidad de Michigan de Minnesota , varios investigadores combinaron datos de dos estudios distintos realizados entre población estadounidense: en el primero, el EAT 2010 (son las siglas en inglés para Comida y Actividad en Adolescentes), le formularon preguntas a unos 2.800 estudiantes, en relación con el hábito de comer y el peso. En el segundo, el Proyecto F-EAT (siglas en inglés de Familias, Comida y Actividad Entre Adolescentes), se examinó a 3.700 padres de familia para analizar cómo pueden incidir en el peso de los adolescentes los factores del ambiente familiar. Y cruzando los datos, los investigadores extrajeron conclusiones sobre los hábitos de los padres en la alimentación y el peso de los adolescentes.

“Entre el 50 y el 60% de los padres de nuestra muestra reconoció que pude a su hijo comerse toda la comida en su plato en alguna de las comidas del día”, explicó la investigadora Katie Loth, autora principal del estudio. “Además, entre el 30 y el 40% de los padres de la nuestra muestra aseguró alentar a sus hijos para que comieran, incluso después de que su hijo dijera que estaba lleno.

“Aunque esos comportamientos en los que se les presionaba para comer eran más frecuentes entre padres con adolescentes sin sobrepeso, también eran frecuentes en padres de adolescentes con sobrepeso y con obesidad, lo que indica que muchos padres mantienen estos comportamientos independientemente del peso de sus hijos”, analizó la científica. Los investigadores también detectaron que los padres varones eran más propensos que las madres a presionar a sus hijos para comer, y a los adolescentes varones también se los presionó más que a las jóvenes en el mismo rango de edad.

“La presión de los padres a la hora de comer puede ser perjudicial para los niños porque anula la capacidad de un niño para reaccionar de manera natural a su propia hambre (…), y lo alienta a responder a las señales de su entorno, lo cual puede llevar a un aumento de peso no saludable con el tiempo”, lamentó Loth.

Los datos también mostraron que prohibir alimentos a los niños era una práctica común en ambos padres para sus hijos de ambos sexos. “La investigación nos mostró que cuando un padre restringe un alimento en particular (por ejemplo: ‘nada de dulces’), el niño se interesa más aún en comer ese alimento, y a menudo lo comerá en exceso cuando tenga la oportunidad”, añade Loth. “En lugar de la prohibición, los padres deberían alentar a sus hijos para que coman todos los alimentos con moderación”, sugiere.

Los investigadores creen que los padres deben cuidar el peso de sus hijos y esforzarse por entender mejor cuáles son las buenas prácticas alimentarias, en lugar de preocuparse por si sus hijos se acaban toda su comida o comen una galleta de vez en cuando. Y a modo de resumen, apuntaron hábitos como hacer comidas familiares regularmente para compartir sensaciones saludables sobre la comida, tener en casa alimentos saludables (incluidos aperitivos nutritivos) y alentar a los jóvenes a elegir mejor su comida para contrarrestar los problemas de peso. Y algo que reconocen como esencial: “los padres deben convertirse en modelos de formas de alimentación saludable”.