Como cada último día de octubre y pese a la polvareda que el tema ha levantado recientemente, la madrugada del pasado domingo los relojes dieron marcha atrás en el tiempo, a las tres de la madrugada volvieron a ser las dos para recuperar el horario de invierno. Y mientras, se mantiene también la ausencia de evidencias o informes que avalen que estos cambios suponen de verdad un ahorro energético, aunque la Comisión ha retrasado hasta 2021 la posible anulación de los cambios horarios tras una votación de ciudadanos europeos en que se posicionaban a favor.

Científicos que han estudiado las ventajas e inconvenientes del cambio de hora aprecian, entre sus ventajas, la exposición a una menor cantidad de horas de luz (la que vivimos en otoño e invierno) que facilita la secreción de melatonina, una hormona que mejora la conciliación del sueño, si bien en primavera el cuerpo recibe más vitamina D por la mayor exposición al sol, y ésta nos hace menos propensos a enfermedades como la depresión. Además, el cuerpo no se ajusta fácilmente a los cambios en la exposición de luz solar, porque repercute en los hábitos alimenticios y de sueño.

En cuanto a ahorro energético, el Ministerio para la Transición Ecológica ha recordado que el ahorro que se puede producir en el consumo de energía es marginal, y no hay certeza de que esos ahorros se obtengan en todos los estados miembros. Además, el ahorro se podría producir en iluminación pero no en calefacción, y estarían involucrados factores como la meteorología y la geografía de cada lugar. Por otro lado, el propio Ministerio ha señalado que las nuevas exigencias de eficiencia en iluminación, los modernos sistemas de climatización o la progresiva introducción del autoconsumo alteran "significativamente" los análisis que se utilizaban hace años para calcular esos datos.