Se llama marketing olfativo, y en cierta manera significa comprar por narices. La mayoría somos conscientes de que las tiendas de ropa tienen un olor muy característico, un aroma que las dota de personalidad. Es parte de su estética y sirve para identificar los atributos de una firma o crear un ambiente propicio para la compra. Según estudios de la Universidad de Rockefeller, el olfato tiene una gran capacidad evocadora (35%), por encima del gusto (15%), vista (5%), oído (2%) y tacto (1%). Esto es algo muy valorable en un entorno de contaminación visual y lumínica como el actual en nuestras ciudades, que dificulta nuestra capacidad de concetración. Además, el olfato está ligado al sistema límbico, por lo que un olor nos puede transportar a un lugar o un recuerdo. Entre los olores más utilizados en estas tiendas, están los de la canela, el cedro, la lavanda, la vainilla o el enebro, los tres encaminados a propiciar un ambiente relajado. El del limón o el pino, que aporta frescor.  O los de la menta, la pimienta negra o la naranja, que potencia Según el informe Digital Scent Technology Market, el mercado del marketing olfativo se valoró en 156 millones de dólares en 2014, y está previsto que ascienda a 691 millones en 2020.