Este 2 de diciembre de 2019 se cumplen 104 años de la Teoría de la Relatividad con la que Einstein marcó un antes y un después al explicar las fuerzas gravitatorias con un enfoque diferente a como lo había hecho Isaac Newton. El matemático tenía 36 años, ya había aportado grandes conceptos a la ciencia y enunció, así, una teoría que se aplica tanto a nuestra vida cotidiana (a los GPS, por ejemplo) como a la concepción de los viajes en el tiempo.

En realidad, la Teoría de la Relatividad de Einstein la componen dos subteorías: la Relatividad Espacial, formulada en 1905 (de la que se cumple hoy más de un siglo) y la Relatividad general (formulada en 1915). Para entender esta compleja idea quizá lo más fácil sea poner un ejemplo: si un coche va a 80 km/h, para sus ocupantes o para quienes vean pasar el coche desde el arcén esa es la velocidad real, pero para las personas que ocupen un coche que va por el carril de al lado a 70 km/h, el coche uno se moverá a 10 km/h, según su punto de vista. Porque nada en el universo tiene una posición absoluta.

Einstein relacionaba así los conceptos de espacio y tiempo, y enunció la famosa fórmula E=mc2, que relaciona una equivalencia entre masa (m) y energía (E) que supone que la energía de un objeto que se mueve aumenta su masa, un efecto sólo apreciable a velocidades cercanas a la de la luz (c). La propia fórmula explica por qué es imposible que un objeto alcance la velocidad de la luz: su masa se haría infinita, y sería necesaria una energía infinita para llegar a esta velocidad. Por tanto, sólo las ondas sin masa como la luz pueden moverse a estas velocidades sin atentar contra las leyes de la física.  El tiempo t' se calcula en base al tiempo t (el tiempo medido desde el objeto móvil). Depende de la velocidad V (del objeto móvil) y la velocidad de la luz. Así, la diferencia entre t' y t sólo es apreciable con velocidades cercanas a la de la luz.

Einstein se basaba en una teoría previa del físico británico James Clerk Maxwell, que en 1865 afirmó que la velocidad de la luz es siempre la misma, y además era la mayor velocidad que puede tener un cuerpo. No dependía de la posición y velocidad del que la observa. Por tanto, la luz sí tiene una posición absoluta y no relativa. Por eso hablamos de años luz cuando hablamos de la posición de las estrellas en el universo o de otros planetas. Esa unidad de medida es el tiempo que tarda en llegar su luz a nuestros ojos. El movimiento siempre está relacionado con el tiempo y la velocidad siempre depende del tiempo (metros/segundos). Y la luz se mueve siempre a velocidad constante de 300.000 km/segundo. De aquí deriva la Paradoja de Los Gemelos: en la luz no hay ni espacio ni tiempo sino masa y energía.

Pero había otro concepto que también se vio afectado por la teoría de Einstein: la gravedad. Según el físico, el espacio-tiempo no es plano, sino que está curvado por la masa y energía que contiene. Y para él, la gravedad es consecuencia y no fuerza de este fenómeno, por lo que, cuando cae un objeto, en realidad recorre una curva, que es un camino a lo largo del espacio-tiempo.