Este 18 de noviembre ha marcado un hito en la carrera espacial contemporánea con el segundo intento de lanzamiento del vehículo estelar interplanetario Starship de SpaceX. Desde la base en Boca Chica, Texas, este colosal cohete fue lanzado en un vuelo de prueba casi orbital, una secuencia que se vio interrumpida por un fracaso en abril durante el primer intento.

La secuencia del vuelo fue una repetición en muchos aspectos al primer intento. El cohete despegó a las 12:03 UTC, con sus 33 motores Raptor alimentados por una combinación de metano líquido y oxígeno líquido, elevándose dos segundos y medio después del encendido. Alcanzó la máxima presión aerodinámica, un punto crítico de estrés estructural, apenas a los 52 segundos del despegue, cuando superaba los 2.150 kilómetros por hora.

El evento se desarrolló entre la emoción y expectación de los trabajadores de SpaceX en Boca Chica, quienes siguieron cada fase del vuelo. A los dos minutos y 50 segundos del despegue, el propulsor apagó sus motores, permitiendo que la etapa Starship encendiera los suyos, separándose del propulsor Super Heavy para continuar su tramo del vuelo. Posteriormente, el Super Heavy realizó una maniobra de retorno, reencendiendo el motor para volver a tierra después de ocho minutos de vuelo.

La Starship, en cambio, continuó su ascenso durante seis minutos hasta alcanzar el espacio. Posteriormente, apagó sus motores con la intención de rodear la Tierra en una trayectoria suborbital durante 90 minutos, manteniéndose a una altura mínima de 150 kilómetros. Antes de completar la vuelta al mundo, está previsto que reingrese a la atmósfera y se precipite en el océano Pacífico, cerca de Hawai.

La magnitud de esta nave espacial y su cohete asociado, el Super Heavy, es impresionante. Ambos, conocidos colectivamente como Starship, constituyen un sistema de transporte completamente reutilizable diseñado para llevar carga y tripulación a la órbita terrestre, la Luna, Marte y más allá. La nave Starship, con 9 metros de diámetro y 50 metros de altura, está montada sobre el propulsor Super Heavy, que mide 70 metros y está equipada con 33 motores Raptor. Esta combinación es capaz de transportar hasta 150 toneladas métricas completamente reutilizables y 250 toneladas métricas prescindibles.

En preparación para este segundo vuelo, SpaceX realizó mejoras considerables, reforzando los cimientos de la plataforma de lanzamiento que resultaron dañados en el primer intento. Además, se ha implementado un deflector de llamas de acero refrigerado por agua para mitigar daños potenciales.

La misión anterior, el 20 de abril, resultó en la autodestrucción del cohete sobre el Golfo de México debido a problemas con la separación de etapas. A pesar de este contratiempo, este evento convirtió al cohete en el más poderoso al salir de una plataforma de lanzamiento, generando más de 17 millones de libras de empuje en el despegue.

El diseño del sistema de lanzamiento en Texas, y uno que eventualmente se construirá en el Centro Espacial Kennedy, está concebido para que el propulsor Super Heavy regrese a la torre de integración de lanzamiento, conocida como "Mechazilla", mediante un aterrizaje asistido por dos brazos metálicos giratorios llamados "palillos".

El objetivo de SpaceX es lograr aterrizajes verticales tanto para el propulsor Super Heavy como para la nave Starship, convirtiéndolos en el primer cohete completamente reutilizable de la industria aeroespacial.

La NASA ha depositado su interés en la nave Starship de SpaceX, habiendo contratado a la compañía de Elon Musk para proporcionar una versión operativa que sus astronautas puedan utilizar en el programa Artemis para viajar a la superficie lunar. Esta colaboración promete nuevas fronteras en la exploración espacial y en la evolución de la tecnología de transporte fuera de nuestro planeta.