El pasado 14 de marzo fallecía el astrofísico británico Stephen Hawking, a los 76 años de edad, suscitando homenajes poco frecuentes para un científico, como los de la reina Isabel II de Inglaterra y el expresidente estadounidense Barack Obama.

Su genialidad lo había convertido en una personalidad mundialmente conocida. Y aun dos meses después, sus teorías seguían generando noticias. En mayo se publicó, en Journal Of High Energy Physics, la última que desarrolló sobre el origen del Universo, durante veinte años y junto con su colega Thomas Hertog Hawking, del Instituto de Física Teórica de Lovaina (Bélgica). Ambos presentaron la investigación a la revista, para su revisión, diez días antes de que el Hawking falleciera.

El estudio se basa en la Teoría de Cuerdas, predice que el Universo es finito, y plantea que, a partir del Big Bang (el momento de formación del cosmos), el Universo se formó como un vasto y complejo holograma, de modo que pueden existir otros universos muy similares al nuestro.

Los dos científicos ofrecen además fórmulas matemáticas para que los astrónomos puedan buscar pruebas sobre la existencia de estos posibles universos paralelos, y matizan una hipótesis anterior, propiciada por el propio Hawking, que decía que, a partir del Big Bang, el Universo se expandió desde un punto minúsculo en un proceso conocido como inflación, creando infinitos universos - los famosos "mutiversos", sobre los que Hawking, en una entrevista en 2017, planteó dudas-, que podían ser muy distintos al nuestro.