Fue el trigésimo segundo presidente de lo Estados Unidos, ganó cuatro elecciones presidenciales como líder del Partido Demócrarta y fue uno de los artífices de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Su programa estrella, el New Deal basado en las teorías económicas keynesianas, es uno de los ejemplos más exitosos del Estado del Bienestar. Y además, su lucha contra la discapacidad que le causó la poliomileitis fue todo un ejemplo de superación, y una contribución esencial para encontrar la vacuna contra esta enfermedad que asoló Estados Unidos.

A Roosevelt lo pudo la polio en 1945, justo cuando estaba en el cenit de su carrera política. La sociedad estadounidense estaba a las puertas de sufrir el peor brote de la enfermedad de su historia, que ocurriría en 1952, afectando a 58.000 personas y dejando 3.145 muertos y 21.269 supervivientes con secuelas graves. Mucho antes, el 30 de enero de 1934, más de una década después de contraer la enfermedad, Roosevelt había celebrado por su cumpleaños una fiesta benéfica con la que recaudó en torno a un millón de dólares, que fundamentalmente se destinó a la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil, que permitió a Jonas Salk desarrollar la primera vacuna contra la poliomielitis.

El camino hacia la creación de la vacuna de la polio había comenzado mucho antes. Lo había iniciado el médico inglés Michael Underwood en 1789. En 1908, los médicos austríacos Erwin Popper y Karl Landsteiner (este segundo descubrió también los grupos sanguíneos) dieron un gran paso adelante al descubrir que la enfermedad estaba causada por un agente infeccioso, y aislar el virus. En 1931, el biólogo Frank M. Burnet y el médico Jean Macnamara, ambos australianos, identificaron las tres variedades de virus que producen la enfermedad. En 1948 el virólogo John Enders inventó una manera de cultivar el virus en el laboratorio, logro que le valió el Premio Nobel seis años más tarde. Jonas Salk, microbiólogo neoyorkino de origen judío y ruso trabajó en la vacuna desde 1947 en el seno de la Fundación Nacional estadounidense para la Parálisis Infantil.

Halló una vacuna inyectable y basada en las tres variedades del virus cultivadas en tejido de mono, e inactivados posteriormente en formol. Las personas vacunadas no desarrollaban la enfermedad pero sí podían ser portadoras del virus que seguían propagando por las heces y la saliva. La vacunación masiva comenzó enseguida, y la incidencia de la enfermedad empezó a disminuir drásticamente. Salk no quería rédito económica por su hallazgo, así que no patentó la vacuna. Dos años más tarde, otro virólogo estadounidense de origen judío polaco, Albert Sabin, desarrolló una vacuna más eficaz que se administra en forma de jarabe de manera oral.

Hoy la polio está erradicada en gran parte del mundo gracias a la vacuna. En América el último caso se produjo en 1991 en un niño peruano. En Europa se consideró erradicada en 2002. Pero el virus sigue causando estragos en países donde los conflictos violentos dificultan las campañas de vacunación, como Afganistán, o el cuerno de África.