Actualización: ayer por la tarde [hora española] se registró en la Antártida un terremoto de magnitud 7 que obligó a evacuar las bases chilenas por riesgo de tsunami. Rafa nos mandó un whatsapp en el que nos aseguraba: “nosotros estamos bien”. 

Es su noveno viaje a la Antártida, a la base española Gabriel de Castilla. Quizá el más raro. Se llama Rafael Abella [dice que le gusta más “Rafa”] y es volcanólogo. Aunque, como explica, a los volcanes se puede llegar desde muchos sitios. Él lo hizo desde la geofísica. Es madrileño, del barrio de Moratalaz. Lleva desde 1995 disfrutando de su gran pasión: la Antártida. “Y lo que me queda, porque todavía tengo años por delante para seguir viniendo”, dice. 

Me quedan años por delante para seguir viniendo a la Antártida

"Las afueras de la Antártida", según Rafa. Foto: Rafa Abella

"Las afueras de la Antártida", según Rafa. Foto: cortesía de Rafa Abella

Un año distinto

Nos atiende desde su cuarentena en Punta Arenas, junto al resto del equipo científico de la expedición. Este año, solo llegará a la Antártida el Sarmiento de Gamboa, uno de los mejores barcos del CSIC (Consejo Superior de Invertigaciones Científicas) que realiza labores de apoyo logístico y de investigación. “Un tercio de la gente que tenía que venir, no viene”, porque un brote de coronavirus a bordo del otro buque español, el Hespérides, obligó a cancelar su viaje. 

Como consecuencia, “hay proyectos que se han abandonado. En primer lugar, porque no llega la gente y en segundo, por tiempo, porque se ha reducido bastante la campaña, en lugar de terminar a primeros de abril, lo hará a finales de febrero”, explica.  

Este año solo llegará el Sarmiento de Gamboa a la Antártida. Foto: cortesía de Rafa Abella

Este año solo llegará el Sarmiento de Gamboa a la Antártida. Foto: cortesía de Rafa Abella

Es una zona activa y tiene que tener una vigilancia

Vigilancia

Su labor es la vigilancia volcánica en la isla de Decepción. Allí, las últimas erupciones se produjeron hace medio siglo. “Pero ha habido años con crisis sísmicas, terremotos, tremor volcánico -que es una vibración continua del suelo-...; es una zona activa y tiene que tener una vigilancia, tanto por la gente de la base, como para los posibles barcos que lleguen”, nos cuenta.  

Aunque parezca extraño, es una de las islas más visitadas de la Antártida por su singularidad. Como nos explica Abella, “había una factoría de balleneros y hay restos de interes histórico”. Eso hace que haya que mantener la seguridad, tanto por los equipos de los proyectos, como por los turistas.  

Para él, la experiencia es diferente cada vez: “Yo empecé yendo en el año 95, ya estoy de abuelo cebolleta”, dice entre risas. Y lo confirma cuando nos responde a la pregunta de cómo se comunica con su casa: “Estos días que hablamos por wifi nos acordamos de cómo hacíamos cuando hablábamos por radio –cambio y corto-“.  

El año pasado se alcanzaron los 14 grados, temperaturas muy altas

Este año, Rafa se ha perdido más nieve en Madrid de la que verá en la Antártida. Foto: cortesía de Rafa Abella

Este año, Rafa se ha perdido más nieve en Madrid de la que verá en la Antártida. Foto: cortesía de Rafa Abella

Menos frío que en Madrid

Asegura que no va a pasar tanto frío como podría parecer: “El año pasado se alcanzaron los 14 grados, temperaturas muy altas”. Y nos explica en tono jocoso que va “a las afueras de la Antártida. La gente nos sitúa en el polo sur, a 40 grados bajo cero. Pero nosotros vamos a una zona más o menos equivalente a Islandia en el norte”.  

Se lamenta de haberse perdido las nevadas de estos días: “En las bases españolas que se abren en el verano austral es raro el día que se baja de 0 grados. Se está pasando más frío en Madrid y en Molina de Segura que lo que se alcanza en las bases españolas en la Antártida”, bromea.  

Parte de la expedición española del año pasado a la Antártida. Foto: cortesía de Rafa Abella

Parte de la expedición española del año pasado a la Antártida. Foto: cortesía de Rafa Abella

Es algo que gusta mucho cuando eres niño y a algunos que no maduramos y lo seguimos siendo, nos sigue gustando

Pasión por su trabajo

“A los volcanes se puede acceder desde muchos puntos de vista”, explica con la pasión de quien ama su profesión. Y añade: “Estar en contacto con la naturaleza en estado puro, el movimiento de las placas… es algo que gusta mucho cuando eres niño y a algunos que no maduramos y lo seguimos siendo, nos sigue gustando”. 

Pero reconoce que no todo es divertido: “Una de las películas típicas que siempre se ven es el día de la marmota -dice entre risas-; hay mucha monotonía, los días son bastante parecidos. No hay fines de semana. Es verdad que los domingos te relajas un poco más, pero hay que trabajar por que estamos haciendo vigilancia, y eso no entiende de fines de semana. Los días son muy largos, hay mucha luz y eso hay gente que lo lleva mal”. 

Su labor principal es “llenar la isla de sensores, de geófonos: es como un micrófono que escucha la tierra, las vibraciones que produce. Detectamos  terremotos que pueden ser tanto de origen volcánico como tectónico , así como señales puramente volcánicas”. 

El análisis se completa con “sensores de GPS para ver las distancias relativas de un punto con respecto a otro. Si están aumentando, puede ser debido a un aporte de material desde abajo, como si se inflara la isla. Así somos capaces de ver cómo se está deformando”. 

Desde el 4 de enero, no se reciben imágenes ni del registro sísmico, ni de la  la cámara que toma imágenes de la zona

Inquietud

Esta vez va con más inquietud que en las ocho ocasiones anteriores: “Desde el 4 de enero, no se reciben imágenes ni del registro sísmico, ni de la  la cámara que toma imágenes de la zona. Así que llegamos a la isla sin saber qué ha pasado”. La incertidumbre es mayor, porque el año pasado se cambió el semáforo del volcán: “Se pasó a amarillo, lo que indica que está habiendo actividad en la zona. Llegamos a una isla que está en amarillo y de la que no tenemos una imagen. Es preocupante”. Aun así, nos explica que “la actividad del volcán se divide en 4 colores: verde, amarillo, naranja y rojo. El amarillo solo indica que han cambiado las condiciones normales del comportamiento del volcán.  

Decepción tiene dos bases activas, una española -la Gabriel de Castilla- y una argentina: “Hay que vigilar porque es una zona en la que hay muchos estudios científicos. Mientras haya gente allí haciendo trabajos, tiene que haber una vigilancia. Aparte, es un sitio muy bueno para probar todo tipo de equipos, un excelente campo de pruebas”.  

Se lamenta de que la tecnología haga que a veces  hables “más con gente de España que con quien tienes al lado”. Y anima a los más jóvenes a prestar menos atención a las pantallas: “Coge la bicicleta, disfruta de la naturaleza. Cuando lo haces, abres tu mente y estudiar los fenómenos que se producen en nuestro mundo es apasionante”.  

Termina con una última carcajada cuando compara la base con “una especie de Gran hermano: es meter a veinte tíos a convivir, cada uno de su padre y de su madre”.