El 29 de abril de 1986, el reactor número 4 de Chernobyl sufría un sobrecalentamiento durante una prueba de seguridad y se producía el mayor desastre en una central nuclear de la historia. Todos pensamos que no se repetiría, pero -por desgracia- Fukushima demostró que el ser humano es el único que tropieza dos veces en la misma piedra. El accidente fue provocado por una concatenación de fallos técnicos, humanos, descoordinación, repetición de los mismos errores -una vez más- y un montón de razones más. Visto con la perspectiva del tiempo, era prácticamente imposible que no sucediera.

Chernobyl fue durante décadas sinónimo de destrucción. Nadie podría pensar que la vida pudiese superar semejante barrera de radación. Peeeero... En 1991, los científicos descubrieron algo que no parecía tener sentido. Los robots que revisaban el estado de las instalaciones identificaron unos hongos oscuros que crecían en las paredes del tristemente célebre reactor número 4 y que parecían estar alimentándose a base de descomponer grafito del propio núcleo. Para los microbios, aquello era casi como un paraíso tropical: cuanta más radiación, mejor. Así lo recoge Real Clear Science. 

 Lo que para nosotros es mortal, podría ser la base de la vida extraterrestre

Pictograma del Cryptococcus neoformans. CDC/Dr. Leanor Haley

Años después, la profesorea Ekaterina Dadachova, que por aquel entonces estaba en el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, se hizo con unas muestras de tres de las especies que crecían en Chernobyl: Cladosporium sphaerospermumCryptococcus neoformans y Wangiella dermatitidis. Ella y su euipo comprobaron que todas ellas contenían altos niveles de melanina. La melanina, que es la razón de que la piel de los seres humanos sea más o menos oscura, protege de las radiaciones ultravioleta. En el caso de los hongos, parecía no solo absorber la radiación, sino realizar una especie de "fotosíntesis", como sucede con la clorofila en las plantas. Es decir, transforma la radiación en energía química. 

Hongos en el espacio

En 2016, los investigadores del Jet Propulsion Lab enviaron ocho especies procedentes de Chernobyl a la estación espacial internacional [ISS]. Allí, la radiación solar es entre 40 y 80 veces mayor que sobre la superficie terrestre. Se esperaba que los hongos fuesen capaces de producir moléculas que se pudiesen transformar en medicamentos para paliar los efectos del exceso de radiación en los astronautas. Los resultados de esta investigación todavía no han sido publicados. 

Según una publicación de la propia Dadachova, estos hongos no son los únicos a los que les gusta la radiación: "Se han encontrado grandes cantidades de esporas de hongos con altos niveles de melanina en depósitos de principios del Cretácico, cuando muchas especies de animales y plantas murieron. Este período coincide con el momento en que la Tierra cruzó el cero magnético, lo que tuvo como consecuencia la pérdida de su escudo contra la radiación cósmica". 

Es decir, en algunos lugares del universo podrían quedar organismos con altos niveles de melanina, capaces de sobrevivir sometidos a enormes radiaciones. Lo que para nosotros es mortal, podría ser la base de la vida extraterrestre.